jueves, 18 de junio de 2009

Cines del Sur. Sección Oficial. Críticas en Granada Hoy


Garras afiladas

Good Cats

(Hao Mao)
China, 2008. DV Cam. Color. 103’

Dir: Ying Liang
Guión: Ying Liang, Peng Shan
Int: Luo Liang, Peng Deming, Liu Xiaopei



Qué no se nos olvide: Aquella cita de "No importa gato blanco o negro siempre que cace ratones" –que inspira el título de la tercera película de Ying Liang- era de Den Xiao Ping pero por aquí la conocimos de labios de Felipe González. No miremos hacia otro lado, sino a nuestros propios pecados, al acercarnos a esta afiladísima sátira, que busca y logra hacer sangre, sobre el lado oscuro del milagro chino y la falsa promesa del progreso. Humor negro, distanciamiento y mucha mala baba son las armas de Ying Liang frente a una China moderna donde el único valor es la ausencia de valores y la falta de escrúpulos pero sobreviven las supersticiones y fantasmas del pasado –el remoto y el comunista-. Good Cats tiene ambiciones de gran fresco –no generacional pues para robar, estafar y corromperse no hay barreras de edad- sobre la China de los especuladores, los trepas y los políticos corruptos.

Good Cats no llega a la altura de The Other Half, la anterior película de Ying Liang, pero le confirma como uno de los directores independientes con más futuro en el cine chino –y que no duda en defender la autodistribución y la piratería si le sirve para difundir una obra que la industria y las autoridades boicotean; tome nota tanto cineasta español que lloriquea por subvenciones-. Al principio desconcierta su austeridad formal, el distanciamiento de sus planos generales estáticos por las que van pasando los personajes –en algunas tomas el atrevimiento de los encuadres resulta un tanto gratuito-, o el hieratismo de los actores no profesionales. Pronto descubrimos que Ying saca partido de los actores haciendo que casi no actúen, que su propuesta estética de baja fidelidad obtiene elevados resultados artísticos, que al construir un antihéroe de trazos gruesos en el protagonista busca evitar cualquier identificación del espectador con él y que este director controla los mecanismos y dosifica los pequeños dramas para avanzar hacia un pesimista y desesperanzador climax. A ese avance colabora un recurso que puede parecer chocante pero acaba perfectamente integrado en la película: las fantasmales apariciones de una banda de rock gótico, a modo de coro griego, cuyas letras describen con crudeza los infiernos que Ying Liang prefiere explicar mediante el sarcasmo.

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