A los albardanes y bufones del fascismo -perdón, liberalismo- les encanta creerse Solzhenitsin, imaginarse mártires en potencia del gulag y la checa. Pero aun gozan más cuando se sienten transgresores y antisistema, aunque lo más cerca que hayan estado del martirio sea en una pelea de borrachos y cornudos -¿verdad, Hermann Tertsch?- y su rebeldía se transforme en genuflexión cuando determinado poder político es generoso con ellos.
Y aún se encuentran más atractivos y autorizados para pontificar sobre cualquier asunto si tuvieron un pasado de izquierdas como jóvenes radicales, poco importa si ejerciendo de terroristas que remataban policías a martillazos (Pío Moa) o como perseguidos y encarcelados por defender -entonces sí- la libertad de expresión (Albert Boadella). Su metamorfosis está narrada por ellos mismos como una heroica lucha contra los prejuicios en el best-seller para gacetilleros Por qué dejé de ser de izquierdas del tandem Somalo-Noya. Se pueden echar unas risas.
El último episodio que les ha unido ha sido el escándalo en torno a Fernando Sánchez Dragó y aquella aventura con japonesitas de 13 años que debió gustarle tanto que la contó en dos libros -nada extraño, lleva años autoplagiándose y vendiendo las dos o tres únicas ideas literarias, bastante pobretonas por cierto, que alguna vez tuvo-: Primero en la biografía Una vida mágica (1984) y ahora en Dios los cría... al alimón con su compadre Boadella. Hablo del manifiesto que quince intelectuales han firmado y rápidamente remitido a El Mundo, un opúsculo que han tenido la desfachatez de titular Contra la quema de libros. Manifiesto por Fernando Sánchez Dragó ¿Quién ha quemado qué cosa?
Veamos, entre estos valedores de la libertad encontramos al propio Albert Boadella -juez y parte pues cobra del libro de aventuras pedófilas-, en tiempos dramaturgo encarcelado, hoy director de los Teatros del Canal de Esperanza Aguirre. Está Fernando Savater, aliado de todas las asociaciones de víctimas más intolerantes y politizadas, ideólogo no demasiado en la sombra de Basagoiti y los populares vascos. Nos encontramos con José Luis Garci, otro amigo de Espe, que financió con quince millones de euros de los madrileños su tostón Sangre de Mayo, cuya recaudación no llegó al millón. También firman el que fue director de la Biblioteca Nacional cuando Esperanza era ministra, y secretario de Estado con Pilar del Castillo, el engominado poeta Luis Alberto de Cuenca, y su sucesor en la Biblioteca Luis Racionero, que tuvo que lidiar con una acusación de plagio y que desvió trescientos mil euros de compra de libros para adquirir esculturas y tapices. En fín, toda la pandilla, a la que se ha unido Enrique Bunbury, preparando tal vez el terreno para ser el Miguel Bosé de la futura era Rajoy, miembro fundador de un club que cambiará la ceja por la cicatriz en la barbilla.
En un alarde de tremendismo ilustran su manifiesto con fotos de las SS llevando libros a la hoguera, pero ojo, lo que están defendiendo en realidad no es la libertad de expresión, que el asaltacunas de marras anda ejerciendo a diestro y a aún más diestro en los medios del bunker, sin que nadie se lo impida y aprovechando para volver a jactarse de sus hazañas eróticas; lo que defienden es el derecho de Sánchez Dragó a no ser criticado diga lo que diga. Es decir que, en aras de la libertad de expresión, no se debe poner cara de asco si uno escucha o lee a un baboso pavoneándose de haberse follado a dos "zorritas de 13 años", alguien que sin conocer la medida de su ego es capaz de, en su descargo, compararse al mismísimo Vladimir Nabokov y su Lolita. Menos mal que olvidó citar a Polanski, tal vez porque éste nunca se jactó de lo que tres décadas después casi le lleva a las cárceles californianas. Por cierto, no me hablen de doble rasero con Polanski pues nadie que haya criticado su desproporcionada persecución ha defendido su aventura con una niña de trece años.
Defendiendo a un mal escritor y a una peor persona que se autoparodió hasta quedarse en personaje -sus salidas de tiesto en los informativos de Telemadrid son carne de zapping humorístico-, los Savater y compañía hacen el ridículo más espantoso cuando ellos, martillo de la corrección política, recurren al eufemismo: “atisbo de relación sexual” -vulgo: “se tiró a dos crías”-. Rescatemos el párrafo completo: “Resulta incomprensible que se desate semejante odio hacia un escritor por haberse referido, de forma por lo demás literaturizada, a un hecho inequívocamente amparado por la ley: haber mantenido algún atisbo de relación sexual con menores que superan una determinada edad y que actúan con su pleno consentimiento”. Todo queda en que acostarse con menores simplemente es políticamente incorrecto y con el tiempo queda como una aventurilla para contar a los amigos o escribir en un libro. Y tal vez sea así, la moral es un corsé siempre cambiante, pero ver como se acogen al relativismo moral quienes lo consideran una grave amenaza es bastante risible. Al igual que en docenas de comentarios plasmados en las webs ultras, nos encontramos aquí con señores de derechas argumentando sobre la edad legal de consentimiento sexual para justificar actos de pederastia según de quien vengan. Teniendo en cuenta que han sido los curas católicos los protagonistas de los más sonados y numerosos escándalos de sexo con menores, se entiende que la gente de orden tienda a ser comprensiva con estos casos. Habría que ver si estas probas familias desde las que se defiende a Sánchez Dragó le permitirían mantener “atisbos de relación sexual” con sus hijos o hijas, limitándose a poner boca abajo el retrato de San José María Escrivá.
Si citamos al propio Sánchez Dragó al respecto de este asunto, probablemente le demos la razón: "La llamada 'corrección política' es un eufemismo para designar lo que antes se llamaba censura, o limitaciones expresivas , o inquisición, o lavado de cerebro. Su ámbito es, sobre todo, lingüístico, aunque a veces pueda extenderse a lo fáctico e incluso a lo penal. Es un movimiento puritano e integrista que parte de la idea de que los textos de las sagradas escrituras son inamovibles y deben interpretarse en su literalidad. Hay una policía del pensamiento único, una especie de nueva brigada político-social, que se encarga de aplicar sus normas y de perseguir a quienes las infringen con miras a imponer la sociedad del control frente a la del libre albedrío. Vuelve así o, mejor dicho, se exacerba algo que en España siempre ha sido mal endémico: la existencia de delitos de opinión. ¿Inmoralidad? Moral viene del latín mos, que significaba 'costumbre'. Donde no hay libertad de costumbres, todo se vuelve inmoral. Es lo que sucede ahora". ¿Dónde hay que firmar? ...Salvo por un pequeño problema... Quien esto dice, los informativos que presenta y muchos de sus seguidores llevan años ejerciendo la persecución de todo lo que se salga de su propio ecosistema moral: igualdad, distintos modelos de familia, aborto y contracepción, libertad religiosa, ateismo, sexualidad libre... Quien los crea que los compre.
La izquierda, y toda la progresía de la era zapateril, tiene una importante responsabilidad en que todo esto ocurra. Es la santurronería que han impuesto las ideologías llamadas de género, LGBT, multiculturalistas, etcétera, lo que ha provocado una reacción desmedida en sentido contrario. La obsesión por la corrección política, el lenguaje no sexista y otras zarandajas de miembros y miembras han devenido en una forma de beatería, un nuevo puritanismo que se rasga las vestiduras a la primera de turno, y que acaba por promover nuevas y viejas formas de censura. Esa es la explicación para que en los mismos días se oyera a tanto tertuliano progre meter en el mismo saco las boutades pederastas de Dragó con las legítimas críticas -en un igualmente legítimo uso de la libertad de expresión- de Arturo Pérez-Reverte al lloriqueo del ex ministro Miguel Ángel Moratinos por su poltrona perdida. Yo estuve de acuerdo con el escritor y hubiera preferido ver llorar a Moratinos por el chaval saharaui al que sus amigos marroquíes asesinaron en esos días, en lugar de por su puesto de trabajo; y desde luego jamás habría hecho esa equiparación de los dos casos para demostrar no sé qué atavismos machistas de la derecha (No sé de dónde se han sacado que Pérez-Reverte sea de derechas).
Pero ante este panorama la reacción de una extrema derecha que nunca ha contado con tantos y tan poderosos púlpitos mediáticos es la de echarse al monte de la incorrección política. Esa derecha anda suelta y sin vacunar, feliz de creerse amoral y antisistema; no importa si para provocar ha de hacer apología de la pederastia, lubricar con los morritos de una ministra o promover que se desposea a los rojos de la tutela de sus hijos. Los unos por los otros, así nos va, pero si hay una cosa que deberíamos exigir es que no nos confundan, que esto no va de libertad de expresión.
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