Como siempre ocurre, los medios mayoritarios y generalistas relataron con la habitual mezcla de papanatismo, ignorancia y acriticismo las informaciones referidas al lanzamiento del inútil juguete de Apple, el horroroso iPad, todo un compendio de lo peor en lo que Apple se ha convertido: cerrado, exclusivista, caro, fachada sin contenido, solipsista, anticuado... Aunque sería justo admitir que la cobertura periodística fue acorde con la adoración ciega del Apple-fan, que no atiende a razones y quiere su juguete a toda costa aunque eso le cueste quedar, él y sus cuentas corrientes, prisioneros para siempre de la tupida red de "todo de pago" que está tejiendo Steve Jobs. En los tiempos en que, a pesar de los gobiernos, se impone la cultura libre y el intercambio, la entrega incondicional a los métodos de Apple es retrógrada y casi neoludista.
Servidor ha sido usuario y fan de las virtudes de los Mac, pero en la actualidad sólo conservo los iPod y empleo iTunes porque no hay un gestor mejor de las bibliotecas musicales, pero ahí me quedo.
Si a los apple-fans es inútil pedirles que razonen sobre los errores y trampas de artefactos como el iPad, no intenten siquiera hablarles de los aspectos éticos de comprar artefactos cuya fabricación cuesta vidas y consagra condiciones de explotación cercanas a la esclavitud. El escándalo de los suicidios en las plantas chinas de Foxconn donde se fabrica el iPad y otros productos para Apple, Nokia y HP no ha hecho bajar las ventas de estos gadgets, incluso con informaciones tan contundentes como el reportaje de The Independent. Y menos aún cuando para el propio gran jefe Steve Jobs la cosa no pasa de preocupante.
Lo que muchos llevamos tiempo preguntándonos es si Jobs no se ha convertido en Bill Gates. Y todo indica que, efectivamente, el CEO de Apple, está siguiendo todos los pasos que hicieron de Microsoft la encarnación del mal absoluto. Las prácticas monopolístas, los sistemas cada vez más cerrados, la obligación de pasar por caja para cada nueva aplicación, la apuesta por codecs de vídeo cerrados y pensados para hacer negocio con los derechos como el H.264, frente a Flash, en una feroz guerra contra Adobe, el empleo de los abogados como perros de presa ante la menor amenaza al copyright, la falta total de sentido del humor... Igualito que en los buenos tiempos de Windows.
Si le faltaba algo a Jobs era aliarse con la carcundia moral y abrazar con entusiasmo la censura, y ni siquiera por miedo a perder mercados como ocurrió con Google en China, sino por convencimiento. Da igual que se trate de contenidos políticos, satíricos o violentos o que se inscriban en la particular cruzada de Apple contra el porno, sus creadores pueden olvidarse de suministrar aplicaciones para iPhone o iPad. ¿Cómo pretende Apple hacerse con la hegemonía en el mercado del libro electrónico si además de tener que pagar por todos los contenidos los precios que unilateralmente fije el fabricante del soporte, muchos de esos contenidos pueden estar mutilados?
Es la sucesión en el trono del lado oscuro del negocio informático. Con Bill Gates dedicado a su fundación benéfica y Apple superando a Microsoft en la bolsa y el liderazgo del sector, Steve Jobs, aquel que en 1984 invitaba a pensar distinto y a combatir al Big Brother, es el nuevo Gran Hermano.
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