El comunista consumista
Al ver los intereses en colisión de las grandes compañías e imperios del capitalismo pensaba “que se zurren entre ellos”, y disfrutaba del espectáculo. Pero hoy, con el carrito de la compra en la mano y ante las estanterías del Mercadona, que empiezan a parecerse a un economato soviético, me veo involucrado hasta las cejas en una de estas guerras intestinas del Gran Capital: Marcas blancas contra productos de marca. He de tomar partido, si me dejan, pues compruebo que han desaparecido de los estantes aquellos yogures Danone que unían la cremosidad a la ausencia de calorías y no hay ni rastro del payaso de Micolor.
Se me han apalancado en los hombros dos angelitos de la conciencia que me incitan a decantarme por uno u otro bando. El de la derecha, todo vestido de Nike, me advierte de que si compro marca blanca fomento el empleo precario y esgrime un informe de CC.OO. según el cual las empresas con marcas propias generan mejores condiciones sociales y económicas. El angelote de la izquierda, clavadito a Mao Tse Tung, detesta que la gran empresa le robe el discurso social y tras invocar el derecho a no pagar más por lo mismo, replica que difícilmente puede haber diferencias salariales cuando uno y otro producto son fabricados por las mismas empresas. Su rival contesta que si todos consumimos marcas blancas, las grandes superficies se adueñarán del mercado y se convertirán en un oligopolio que fijarán los precios a su antojo. “Marcas de productos de limpieza aparentemente rivales producidas por las mismas multinacionales ¿No son esos oligopolios?”, responde el angelito comunista.
El carrito de la compra sigue vacío y yo desorientado por las voces de mi conciencia. “La calidad se paga. Las marcas blancas son copias como las de los chinos”, me entra por un oído, mientras por el otro se me recuerda que en alimentación las normativas sanitarias fijan determinados estándares de calidad, comunes a unas marcas y otras. Las compañías aéreas low cost, por ejemplo, están sometidas a las mismas normas de seguridad que el resto... “¡Claro, compras un billete a cero euros y acabas pagando setenta de gastos, excesos de equipaje y comisiones, viajar es un lujo y como tal hay que pagarlo!”, vocifera el ángel del consumismo mientras planea imitando un Airbus. Ahí soy yo quien le responde que aunque facture un elefante indio disecado en una low cost pago menos que si vuelo en Iberia y de momento no se ha estrellado ningún avión de Ryanair.
Piensa en tu profesión, me insta mi conciencia consumista: "El periodismo de calidad no es barato y una industria que regala su producto canibaliza su capacidad para hacer buen periodismo". Esto... ¿No dijo eso Rupert Murdoch para justificar el cobro por los periódicos digitales? Pienso en todos los lobbies, industrias y marcas detrás de Murdoch mientras lleno el carrito de tetrabrikes de vino Hacendado con el que pienso acallar las voces de mi conciencia.
Se me han apalancado en los hombros dos angelitos de la conciencia que me incitan a decantarme por uno u otro bando. El de la derecha, todo vestido de Nike, me advierte de que si compro marca blanca fomento el empleo precario y esgrime un informe de CC.OO. según el cual las empresas con marcas propias generan mejores condiciones sociales y económicas. El angelote de la izquierda, clavadito a Mao Tse Tung, detesta que la gran empresa le robe el discurso social y tras invocar el derecho a no pagar más por lo mismo, replica que difícilmente puede haber diferencias salariales cuando uno y otro producto son fabricados por las mismas empresas. Su rival contesta que si todos consumimos marcas blancas, las grandes superficies se adueñarán del mercado y se convertirán en un oligopolio que fijarán los precios a su antojo. “Marcas de productos de limpieza aparentemente rivales producidas por las mismas multinacionales ¿No son esos oligopolios?”, responde el angelito comunista.
El carrito de la compra sigue vacío y yo desorientado por las voces de mi conciencia. “La calidad se paga. Las marcas blancas son copias como las de los chinos”, me entra por un oído, mientras por el otro se me recuerda que en alimentación las normativas sanitarias fijan determinados estándares de calidad, comunes a unas marcas y otras. Las compañías aéreas low cost, por ejemplo, están sometidas a las mismas normas de seguridad que el resto... “¡Claro, compras un billete a cero euros y acabas pagando setenta de gastos, excesos de equipaje y comisiones, viajar es un lujo y como tal hay que pagarlo!”, vocifera el ángel del consumismo mientras planea imitando un Airbus. Ahí soy yo quien le responde que aunque facture un elefante indio disecado en una low cost pago menos que si vuelo en Iberia y de momento no se ha estrellado ningún avión de Ryanair.
Piensa en tu profesión, me insta mi conciencia consumista: "El periodismo de calidad no es barato y una industria que regala su producto canibaliza su capacidad para hacer buen periodismo". Esto... ¿No dijo eso Rupert Murdoch para justificar el cobro por los periódicos digitales? Pienso en todos los lobbies, industrias y marcas detrás de Murdoch mientras lleno el carrito de tetrabrikes de vino Hacendado con el que pienso acallar las voces de mi conciencia.
1 comentario:
Amigo que pena que tengas que acallar las voces con tetrabrik de vino hacendado, de verdad ¿has oido hablar de los Riojas, Riberas, Albariños, en fin depende de la ocasión y del acompañamiento, pero con ese hacendado no puedes más que poner alguna otra marca blanca al lado y de verdad me lo imagino penoso.
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