Lo negarán sobre la tumba de Milton Friedman. Jurarán que en economía no sirven las teorías de la conspiración. Desmentirán la existencia de una nueva forma de terror global que se cobra como víctimas a países enteros, un terrorismo financiero. Pero es cierto. Bandas armadas con portátiles que no andan “en desiertos remotos o montañas lejanas”, sino cerca de Wall Street, están a punto de provocar una catástrofe económica aún más profunda que la que comenzó en 2007.
Ahora el punto de mira de estos pistoleros vestidos de Gucci es Europa. Es una guerra abierta: los fondos especulativos contra unos estados débiles por su incapacidad para construirse como potencia única. En un continente en el que cada palo aguanta su vela, es fácil ir derribando uno tras otro. Están devorando a Grecia y tienen entre los dientes a Portugal. Seguirán España, Irlanda, incluso Italia puede llevarse algún mordisco. El ataque que están sufriendo los países del Sur de la Unión Europea es una maniobra orquestada y sincronizada por parte de los hedge funds y algunos bancos de inversión. Son los De Juana Chaos de las finanzas y su objetivo es enriquecerse a costa no ya de Grecia sino de toda Europa y de su moneda. La kale borroka especulativa sabe que para los líderes europeos hay líneas rojas, principios sacrosantos del capitalismo que no osan discutir. Desde 2007 los gobiernos no han sido capaces de reglamentar los mercados financieros, sólo les piden que se atengan a prácticas morales y éticas, peras al olmo. Estamos como antes de la crisis, a los pies de los saqueadores.
Maquinaban el ataque al euro ante filets mignon y champán en restaurantes de Manhattan; ante los senadores de Washington se vanaglorian de sus pillajes sin una pizca de mala conciencia. No necesitan esconder en zulos las armas con que provocan las crisis: préstamos depredadores, hipotecas basura, inversiones pensadas para fracasar, y ahora, la bomba griega, las coberturas de impago de deuda: productos opacos para devaluar la deuda pública y enriquecerse con estos seguros tras comprar a bajo precio la misma deuda cuyo valor han hundido.
Estos matones de cuello blanco tienen compañeros de viaje, sus Batasunas se llaman Standard and Poor's, Moody's o Fitch, las agencias de rating erigidas en sumas sacerdotisas de las esencias económicas, que de noche deciden que hay que rebajar la fiabilidad de un país, un banco o una empresa y por la mañana unos cuantos se han puesto las botas. Son tan creíbles que avalaron la solvencia de Lehman Brothers, Dubai o los bancos islandeses, pero sus informes van a misa.
Gerardo Díaz Ferrán pedía en 2008 “un paréntesis en la economía de libre mercado". ¿No creen que, como a ETA, a este capitalismo especulativo no vale ya pedirle una tregua sino la rendición definitiva?
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