Hay testimonios que dignifican la profesión de periodista, en este caso la del fotógrafo de prensa. La secuencia de imágenes del bosnio Elvis Barukcik que ha distribuido AFP es excepcional pero sobre todo da mucho miedo por lo que está ocurriendo en toda Europa. Los gitanos, y particulamente los gitanos rumanos, son los nuevos judíos contra los que se están justificando no ya todo tipo de atrocidades, ataques y pogromos, sino cambios en la legislación impensables hasta hace muy poco en la Europa que se ufanaba de ser la cuna y la reserva de todas las libertades.
Las fotos muestran a un niño gitano de origen rumano cuya chabola ardió en el incendio, provocado por las autoridades, de un asentamiento rumano del suburbio de Butmir, en Sarajevo, para obligar a sus ocupantes a abandonarlo. El niño se da cuenta de que su gato se ha quedado atrapado en la chabola incendiada y se arriesga parasalvarlo. Después vemos al crío correr contento junto a su hermana que lleva al gato rescatado en sus brazos.
Aunque ha sido el reciente episodio de ataques reiterados en Irlanda del Norte el último que ha saltado a los medios, es en Italia donde los gitanos rumanos son sometidos a una persecución más encarnizada, y allí lo peor no son los cada vez más frecuentes y violentos pogromos, lo realmente grave es que el acoso a estos y a los demás inmigrantes ha alcanzado el rango de norma legal. Como denuncian Andrea Camilleri, Antonio Tabucchi, Franca Rame, Dario Fo y Dacia Maraini en el manifiesto "Contra el regreso de las leyes raciales", "Se ha sustituido el sujeto pasivo de la discriminación; ya no es el judío sino la población de inmigrantes irregulares, compuesta por centenares de miles de personas, pero no se han cambiado las normas previstas por las leyes raciales, como la prohibición de los matrimonios de conveniencia mixtos. (...) Además, mediante una norma aún más lesiva para la dignidad humana, se ha introducido la prohibición de reconocer a sus propios hijos a las mujeres extranjeras sin papeles. Como consecuencia de esa decisión política, los hijos de las madres extranjeras en situación irregular serán para siempre hijos de nadie, se les separará de sus madres y serán entregados al Estado. Ni siquiera el fascismo llegó tan lejos. Las leyes raciales introducidas por ese régimen en 1938 no privaban a las madres judías de sus hijos, ni las obligaban a abortar para evitar tener que entregar a sus hijos al Estado".
Los firmantes del manifiesto hablan de una patología que proviene de Italia y puede extenderse por Europa. No van desencaminados. Tras las elecciones del 7 de junio la ultraderecha racista europea ha formado grupo parlamentario en Estrasburgo con 30 eurodiputados: 13 del Partido por la Independencia del Reino Unido, 9 de la Liga Norte, 2 del Partido del Pueblo Danés, 2 del Partido Ortodoxo Laico (griego), y uno de Finlandeses auténticos, Libertas (Mouvement pour la France), el Partido Político Reformista (holandés) y el Partido Nacional Eslovaco. Pero no están solos, pues fuera de este grupo quedan formaciones tan peligrosas como el Partido Liberal Austríaco con dos escaños en el nuevo Parlamento de Estrasburgo para defender su lema "Europa tiene que seguir siendo cristiana”; otros enemigos declarados del Islam, el Vlaams Belang belga, consiguieron dos eurodiputados, y en Holanda, el Partido de la Libertad logró cuatro escaños, convirtiéndose en la segunda fuerza política del país. Ataka, un partido búlgaro antiturco, tendrá también dos europarlamentarios. Y aunque sean sus compatriotas víctimas habituales de estas ideologías, los ultras rumanos del partido Romania Mare se aseguraron dos escaños. Los húngaros de Jobbik, con un escaño, no secortan un pelo y mantienen a la Guardia Húngara, un grupo paramilitar al que Amnistía Internacional acusa de estar detrás de asesinatos de gitanos. Por el contrario un viejo lobo, Jean-Marie Le Pen, perdió bastantes apoyos, pero aun se queda con tres escaños en el nuevo parlamento.
También es cierto que en el poder creciente de las ideologías neofascistas, racistas, anti-islámicas y criminalizadoras de la inmigración ha tenido que ver el estúpido discurso multiculturalista de las izquierdas gobernantes en Europa, incapaz de reconocer y mucho menos explicar que son las políticas liberales que han aplicado las que han desprotegido a los trabajadores, autónomos y pequeños empresarios nacionales que acaban por ver al extranjero como amenaza, máxime cuando ven cómo se concentra a los hijos de inmigrantes en la escuela pública de sus barrios mientras las escuelas privadas y concertadas escurren el bulto con la complicidad de la administración o no se persigue la creciente picaresca en las ayudas a la integración -¿por qué si no han cerrado todos los bazares y tiendas de ultramarinos regentadas por españoles mientras las de los chinos son negocios florecientes?-. En este sentido tras las elecciones europeas Vicenç Navarro publicó un muy discutido artículo en Público, Por qué votan a la ultraderecha, que profundiza en estas contradicciones. Sean los errores de los demás o la propia degeneración de los valores que creíamos que Europa representaba lo que los alimenta, lo cierto es que estos energúmenos son más, más fuertes, están más crecidos y dan más miedo. La próxima vez tal vez ni el gato ni el niño puedan contarlo.
Aunque ha sido el reciente episodio de ataques reiterados en Irlanda del Norte el último que ha saltado a los medios, es en Italia donde los gitanos rumanos son sometidos a una persecución más encarnizada, y allí lo peor no son los cada vez más frecuentes y violentos pogromos, lo realmente grave es que el acoso a estos y a los demás inmigrantes ha alcanzado el rango de norma legal. Como denuncian Andrea Camilleri, Antonio Tabucchi, Franca Rame, Dario Fo y Dacia Maraini en el manifiesto "Contra el regreso de las leyes raciales", "Se ha sustituido el sujeto pasivo de la discriminación; ya no es el judío sino la población de inmigrantes irregulares, compuesta por centenares de miles de personas, pero no se han cambiado las normas previstas por las leyes raciales, como la prohibición de los matrimonios de conveniencia mixtos. (...) Además, mediante una norma aún más lesiva para la dignidad humana, se ha introducido la prohibición de reconocer a sus propios hijos a las mujeres extranjeras sin papeles. Como consecuencia de esa decisión política, los hijos de las madres extranjeras en situación irregular serán para siempre hijos de nadie, se les separará de sus madres y serán entregados al Estado. Ni siquiera el fascismo llegó tan lejos. Las leyes raciales introducidas por ese régimen en 1938 no privaban a las madres judías de sus hijos, ni las obligaban a abortar para evitar tener que entregar a sus hijos al Estado".
Los firmantes del manifiesto hablan de una patología que proviene de Italia y puede extenderse por Europa. No van desencaminados. Tras las elecciones del 7 de junio la ultraderecha racista europea ha formado grupo parlamentario en Estrasburgo con 30 eurodiputados: 13 del Partido por la Independencia del Reino Unido, 9 de la Liga Norte, 2 del Partido del Pueblo Danés, 2 del Partido Ortodoxo Laico (griego), y uno de Finlandeses auténticos, Libertas (Mouvement pour la France), el Partido Político Reformista (holandés) y el Partido Nacional Eslovaco. Pero no están solos, pues fuera de este grupo quedan formaciones tan peligrosas como el Partido Liberal Austríaco con dos escaños en el nuevo Parlamento de Estrasburgo para defender su lema "Europa tiene que seguir siendo cristiana”; otros enemigos declarados del Islam, el Vlaams Belang belga, consiguieron dos eurodiputados, y en Holanda, el Partido de la Libertad logró cuatro escaños, convirtiéndose en la segunda fuerza política del país. Ataka, un partido búlgaro antiturco, tendrá también dos europarlamentarios. Y aunque sean sus compatriotas víctimas habituales de estas ideologías, los ultras rumanos del partido Romania Mare se aseguraron dos escaños. Los húngaros de Jobbik, con un escaño, no secortan un pelo y mantienen a la Guardia Húngara, un grupo paramilitar al que Amnistía Internacional acusa de estar detrás de asesinatos de gitanos. Por el contrario un viejo lobo, Jean-Marie Le Pen, perdió bastantes apoyos, pero aun se queda con tres escaños en el nuevo parlamento.
También es cierto que en el poder creciente de las ideologías neofascistas, racistas, anti-islámicas y criminalizadoras de la inmigración ha tenido que ver el estúpido discurso multiculturalista de las izquierdas gobernantes en Europa, incapaz de reconocer y mucho menos explicar que son las políticas liberales que han aplicado las que han desprotegido a los trabajadores, autónomos y pequeños empresarios nacionales que acaban por ver al extranjero como amenaza, máxime cuando ven cómo se concentra a los hijos de inmigrantes en la escuela pública de sus barrios mientras las escuelas privadas y concertadas escurren el bulto con la complicidad de la administración o no se persigue la creciente picaresca en las ayudas a la integración -¿por qué si no han cerrado todos los bazares y tiendas de ultramarinos regentadas por españoles mientras las de los chinos son negocios florecientes?-. En este sentido tras las elecciones europeas Vicenç Navarro publicó un muy discutido artículo en Público, Por qué votan a la ultraderecha, que profundiza en estas contradicciones. Sean los errores de los demás o la propia degeneración de los valores que creíamos que Europa representaba lo que los alimenta, lo cierto es que estos energúmenos son más, más fuertes, están más crecidos y dan más miedo. La próxima vez tal vez ni el gato ni el niño puedan contarlo.
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