lunes, 29 de noviembre de 2010

La vacuna de la ignorancia

Es inaudito que la Justicia haya tenido que obligar a unos padres a vacunar a sus hijos y deberíamos pararnos a pensar en qué demonios está sucediendo. Al charlar sobre el caso del colegio Gómez Moreno compruebo que hay quienes aplauden la actitud -ética, dicen- de unos padres que, ante un brote de sarampión con hospitalizados y que sigue extendiéndose, se han negado explícitamente o por omisión a que sus hijos fueran inmunizados.

El juez ha hecho lo que tenía que hacer y la actuación de Salud ha sido intachable, incluso excesivamente paciente si tenemos en cuenta que los antivacunas son responsables directos de la extensión de la enfermedad, puesto que el brote se convierte en epidémico cuando, como es el caso, aparece donde se concentran muchas personas no vacunadas.

Escuchando a estos padres entiendo a esos maestros al borde del suicidio tras una tutoría con papás y mamás que, mediante la lectura de suplementos dominicales y charlas con compañeros de pilates, se han formado sus propias ideas sobre pedagogía y se permiten dar lecciones. En la generación que hoy lleva a sus hijos al colegio hay mucho perroflauta con cortocircuito ideológico. Anda suelto un tipo de padres contra el que conviene desarrollar una vacuna antes de que el daño que hacen a sus hijos sea irreparable. Son padres que hablan de sus derechos pero olvidan los derechos de los menores, incluso el derecho a defenderse de ellos. Tal vez el juez debería plantearse si ordena vacunar a los niños contra sus padres.

Expreso mis dudas de racionalista y me envían documentación sobre el argumentario antivacunas. Lo primero que leo es de un médico catalán llamado Marín Olmos. Cuando veo que el susodicho es profesor de homeopatía -una de las más escandalosas estafas de nuestro tiempo- y que en la misma web se anuncia la prueba científica definitiva de que se usaron explosivos para volar las Torres Gemelas, no leo ni una línea más. Las corrientes y grupos antivacunación -que incluyen a veganos, evangélicos ortodoxos y new age- revisten de supuestos argumentos científicos mitos y creencias que entroncan tanto con la superchería como con la paranoia conspirativa.

Por supuesto, parte de culpa tendrá también la Administración en la extensión de los prejuicios contra las vacunas, tras retratarse en su complicidad con la industria farmacéutica, exagerando la amenaza de la gripe A para justificar la compra masiva de vacunas que hubo que destruir después.

Debemos vacunarnos contra el retorno de la ignorancia; denunciar el apoyo público y de médicos y farmacéuticos a la homeopatía y otras terapias; desenmascarar a conspiranoicos, sanadores, psicoanalistas -sí, otra seudociencia ajena a la evidencia experimental- y charlatanes; desconfiar de una ministra de Sanidad que llega al cargo luciendo una pulsera milagrosa en la muñeca.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ser un oxímoron

Yo se lo advertía a mis editores: ¡Cómo se os ocurre mandarme a cubrir la inauguración de las Jornadas de Turismo Gay de Granada, con las cosas que he ido escribiendo de este asunto! -el último artículo en Granada Hoy sin ir más lejos-. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, que uno hace preguntas, que para eso le pagan, y se encuentra con que quien debe responderlas viene con la escopeta cargada después de leerle a uno. Por el jefe de prensa del Patronato de Turismo sabía que habían leído lo que pienso sobre estos saraos mercantilistas y respecto al segregacionismo fomentado por quienes han convertido lo gay en un gigantesco negocio. Resultado, que me veo convertido en oxímoron, en gay homófobo, que es lo que según los organizadores de la cosa es cualquiera que no se una al rebaño feliz y ose criticar ese modelo de sociedad homosexual divina de la muerte, rica, consumista, despreocupada y cerrada en sí misma que proporciona pingües beneficios a cierto empresariado, y coartada moderna y avanzada a mediocres politiquillos embaucados por ese mismo empresariado.


Y eso que no abrí fuego yo, que fue mi compañera Maite, de RNE, quien primero se topó con el tono de perdonavidas de los organizadores cuando preguntó de dónde se sacaban el supuesto perfil del turista gay -ya saben, gastoso, universitario, joven y culto-, si lo obtenían preguntando a los visitantes sobre su orientación sexual; ni siquiera pude hacer más de una pregunta, por las prisas propias de tener que contarlo en la radio al momento, por ser una rueda de prensa concelebrada en la que cada intervención era seguida por su traducción al inglés, y porque de pronto los periodistas autóctonos nos vimos rodeados de una intimidante fauna de reporteros invitados a las jornadas -las cejas perfiladas, los jerseys de colorines ajustados, las libretas en que tomaban nota de todo, la mirada de reojo del iniciado al profano y, claro, las acreditaciones les delataban- que te observaban como a un intruso de la prensa generalista, ignorante y portador de atávicos prejuicios, ¡y quien sabe si hasta heterosexual!.

Y uno va y pregunta lo típico, si todo esto del turismo gay -o mejor dicho LTGB, que hay que ser cursis- no tiene como consecuencia el aislacionismo, la endogamia, la renuncia a cambiar al conjunto de la sociedad y en definitiva el gueto. Y lo pregunta no opinando, que en una rueda de prensa lo que yo opine a nadie interesa, sino recordando las críticas que desde algunas asociaciones de nada desdeñable presencia -Colegas- se hacen hacia carnavales consumistas como Expogay o el propio concepto de turismo gay. Me responde -se notó que venía preparado para ello- el vicepresidente del Patronato de Turismo José López Gallardo diciendo nada menos que esas críticas responden a que entre las asociaciones y colectivos gays hay mucha homofobia encubierta, y revelan en quien las hace una homofobia con matices de progresismo (sic). O sea, que según el concejal de Laroles, si no te gustan los cruceros gays, no te gastas un dineral en depilación, no seleccionas a tus compañeros de viaje o los camareros de tu restaurante en función de su opción sexual, si no viajas con agencias LGTB y no llevas la bandera arcoiris colgada de la mochila -o mejor de la maleta Luis Vuitton- de nada sirve que te molen los de tu sexo, serás un homófobo retrógrado, un gay homófobo, un oxímoron.

Claro, una vez uno se ve convertido en oxímoron, no vuelve a preguntar, ni siquiera a otros oximorones como estos socialistas mercantilistas, y se limita a recoger la respuesta del político para que se retrate con sus palabras. Y uno se da cuenta de que su pecado ha sido cuestionar la invención de la que el concejal en cuestión se siente más orgulloso, pues todo comenzó cuando a López Gallardo en una rueda de prensa veraniega, hará dos años, se le ocurrió comentar que Granada como destino turístico había sido citada en algunos reportajes de revistas gays foráneas. Eso dicho en el desierto informativo de agosto fue amplificado por las agencias y de inmediato corrió como la pólvora el insensato bulo de que Granada era una ciudad codiciada por los turistas gays. Recuerdo a la pobre redactora de Canal Sur que cubría el turno desesperada porque desde Sevilla su descerebrado editor le conminaba a echarse a la calle a las cuatro de una tarde tórrida a buscar a gays con los que ilustrar el reportaje y algún restaurante de ambiente -el único de Granada estaba cerrado por vacaciones- que demostrara que a los pies de la Alhambra florecía la nueva Sodoma, aunque los patronatos de turismo de media España anden pretendiendo lo mismo de sus ciudades.



En fin, que el invento del concejal que pasó de la Alpujarra a la World Travel Market ha acabado en esta convención de 27 turoperadores de 14 países para vender eso del turismo segregado. Los políticos, el mentado y el delegado de Turismo de la Junta, repiten los datos con los que estos mercaderes les han embaucado para que desde los poderes públcios se promocione su negocio, que disfraza como una forma de inclusión lo que no es sino estrategia para incrementar ventas. Unos datos de origen desconocido y poco o nada creíbles: Según Turespaña en el país habría unos tres millones de gays y lesbianas, el 50% con estudios universitarios -al parecer la homosexualidad te libra del fracaso escolar y te sube la nota de selectividad-, con una media de ingresos por hogar superior a los 60.000 euros anuales, el doble de la media -ni mileuristas ni parados en el paraíso arcoiris, que los EREs son para heteros-, y que invierten el 47% de sus ingresos en consumo, ocio y tiempo libre - es decir que a ningún gay se le va más de medio sueldo en pagar la hipoteca-. Y el argumento que lo desenmascara todo: "El 78% prefiere comprar productos que se dirijan directamente a la comunidad LGTB". De eso se trata en definitiva, de que les compremos a los mismos mercaderes que han organizado el tinglado con apoyo del poder socialista, y la participación directa de algún destacado dirigente político en Chueca, S.A.. Recordemos a Pedro Zerolo animando a participar en la horrorosa Expogay de Torremolinos, pero recordemos mejor lo que en alusión a dicho encuentro decía Gonzalo Serrano, de Colegas: "Los homosexuales ni son mejores ni consumen más que otros sectores. Si estamos luchando por la igualdad al final lo que se lanza desde estos eventos es que somos diferentes, gastamos diferente y que nos preocupan cosas diferentes y eso ni siquiera es la verdad". Entonces Javier Checa, el organizador de Expogay le respondió que "las personas van encaminadas a una sociedad sectorial, de comunidades, y a esta solo quiere que se les respete". ¿Qué os decía el lunes del multiculturalismo y el gueto?

¿Por qué lo llamarán amor cuando quieren decir pasta?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Multisexismo


Angela Merkel sentencia que el multiculturalismo ha sido un absoluto fracaso y la progresía global se escandaliza. Pero la Merkel se queda corta:
El multiculturalismo es una forma de racismo, un nefasto discurso que defiende lo identitario, el ‘juntos pero no revueltos’ y las excepciones a la Ley para minorías nacionales o religiosas. Eso sí ha fracasado, no el interculturalismo, que promueve la integración, el enriquecimiento mutuo y la mezcla: Aceptar las reglas de convivencia de la sociedad acogedora, familias interraciales, ni barrios ni escuelas segregados, ni sharías de tapadillo ni crucifijos en las aulas. Eso de cada uno en su gueto y de respetar hasta lo más sórdido de su cultura, pretendiendo lo contrario conduce al nazismo.



Una clase de multiculturalismo en boga es lo que llamaré multisexismo, el aislacionismo determinado por la opción sexual al que se apuntan quienes dicen representar a gays y lesbianas –LGBT, según lo políticamente cursi- y la oficialidad que los patrocina. A ese multisexismo responden esas Jornadas de Turismo Gay que organiza la Diputación de Granada. Restaurantes, cruceros, resorts gays... Guetos de entrada voluntaria –y sobre todo de pago- donde olvidar que políticos y activistas no han sabido erradicar la homofobia y la discriminación. Según Diputación casi todos los establecimientos hosteleros de la provincia se colgarán la etiqueta gay-friendly. Permítanme que sea escéptico ¿Saben a qué les compromete eso? Desde luego no sólo a respetar lo que se haga de puertas adentro. Si dos clientas de un hotel quieren besarse en el vestíbulo, no basta con no echarlas a patadas, tampoco vale disuadirlas educadamente, y si otro huésped se queja es a éste al que debe afearse su conducta. A ver cuántos hoteles o bares superan esa prueba del algodón.

Inventos como las Jornadas de Turismo Gay se basan en mitos: Que Granada es una ciudad atractiva para el turismo gay. No, Granada es atractiva para todo el mundo y lesbiana no es sinónimo de marciana. La oferta específica de Granada es cortita y con sifón, a años luz de Sevilla, Torremolinos o Madrid. Otro mito: El gay es rico, sibarita y consumista. Como si los homosexuales fueran inmunes al mileurismo y el paro, como si no hubiera cientos de transexuales –si escribo transgénero me da la risa floja- en la calle porque no les alquilan un piso o en la prostitución porque les niegan un trabajo. El sitio de ambiente, sea bar, sauna, playa, página web o bosquecillo oscuro sólo cumple dos funciones, protegerse de la homofobia aún dominante y facilitar el contacto y el ligue. Más allá de eso la perspectiva de unas vacaciones rodeado de endogamia vigoréxica y depilada es de pesadilla. El viajero busca lo nuevo, la inmersión en lo diferente, no autoafirmarse entre iguales. Para guetos con Varsovia hubo suficiente.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Reyes de la baraja

Al Sur, el Rey de Bastos apalea con saña a quienes tiene por súbditos a la fuerza. Al Norte, otro soberano ha olvidado que antes de ser Rey de Copas -esto es, un rey de brindis, recepciones y desfiles, no como el de Bastos, que manda lo suyo- fue dictador sustituto durante la agonía del dictador titular, y entonces -va para cuatro décadas- en lugar de dejar las colonias africanas en manos de sus habitantes, incumplió su obligación de descolonizar y regaló sus territorios africanos al Rey de Bastos, obligando a sus nativos a ir a la guerra y al exilio.



El Rey de Copas llama primo al Rey de Bastos y la historia de ambos reinos ha tenido desde entonces encuentros y desencuentros. Pero lo que no ha cambiado ha sido el abandono y la traición del Reino del Norte y de todos sus gobiernos hacia sus antiguos súbditos de aquel territorio que llaman Sahara, hoy vasallos del Rey de Bastos a quienes, en un concienzudo programa de limpieza étnica, les mandan colonos que ocupan sus casas y roban sus trabajos. Y eso a pesar de que sus representantes políticos llevan veinte años en tregua porque la comunidad internacional se comprometió a avalar una salida justa y pacífica al conflicto. Ahora esa comunidad y la antigua metrópoli solo les dejan un camino: Para ser libres, haced la guerra y ganadla.



Y durante todos estos años el Rey de Copas y el Rey de Bastos han intercambiado espadas por oros: 370 millones de euros en armas vendidas en los últimos cuatro años, incluyendo tanques de avanzada tecnología; y a veces sin necesidad de oros: lanzamisiles y torpedos vendidos por un simbólico euro. Son armas que el Rey de Bastos emplea contra esos vasallos llamados saharauis que aún llevan el DNI de la potencia colonial que formalmente nunca se fue.



Lo han hecho todos los gobiernos del Rey de Copas; el anterior a éste reanudó la venta de armas al vecino sólo unos meses después de haberse enfrentado por un islote, pero ningún gobierno como el actual ha apoyado de forma tan descarada la anexión por las buenas o por las malas de la antigua colonia. Si los anteriores gobernantes votaron a favor de la autodeterminación, éstos dijeron nada más llegar al poder que un referéndum no era aconsejable, y se opusieron a uno de los numerosos planes de paz. Hoy son incapaces de condenar los abusos y la violencia ejercida por el reino vecino, ¿Cómo va a condenar un cómplice?

A quienes militan en el partido que gobierna el país del Rey de Copas, y que acallan sus conciencias pagando envíos de alimentos al desierto y acogiendo niños cada verano, debemos pedirles que el verano que viene lleven a esos niños a Palacio, y allí pregunten por qué además de exiliados les condenan a ser huérfanos. Y que les recuerden a los gobernantes que su equidistancia es un crimen y su neutralidad una mentira.

domingo, 14 de noviembre de 2010

"Tengo miedo" L.


Nunca habrá otro como Berlanga. Pese a la pereza que tanto artículo hagiográfico -en este caso muchos de ellos sinceros y atinados- da a la hora de escribir sobre un muerto ilustre, hoy me he acordado del Berlanga que, igual que el Fernando Fernán-Gómez al que dirigió en varias ocasiones, siempre se lanzó a morder la mano que le daba de comer para que supiera lo afilados que tenía los dientes. Un anarquista de los que ponen bombas fétidas al paso de la calesa del Rey, el tipo que nos dijo a la cara que España es un asco y que nos descubrió que criamos gürteles en nuestras tripas -aunque hoy hayamos tenido que ver a la Barberá abrazando a su viuda y Camps ponga las banderas de Calabuch a media asta.

Y fíjense, ni Bienvenido Mr. Marshall, ni mi adorada Plácido, ni El Verdugo, ni la demoledora Tamaño Natural, ni ninguna de aquellas Nacionales que creímos coyunturales y resultaron tan eternas como la roña que rascan. Me he acordado de su última película, que dirigío cuando tenía ya 78 años y comenzaba a enfrentarse a lo que describió como una nueva forma de censura, el alzeimer. París-Tombuctú era dinamita anarquista al paso del Rey, triste, amarga y con uno de los finales más deprimentes que haya visto: ese mensaje pintado en una absurda valla: "Tengo Miedo. L.". Sí, yo tuve el mismo miedo al vacio, el miedo paralizante, el individual y el compartido, que nos impide salir de tanta mierda. El mismo miedo que Woody Allen nos contagiaba al final de Celebrity, cuando una avioneta escribe "Help!" en el cielo de Nueva York.

Y si me gusta París-Tombuctú, aunque esté llena de imperfecciones es precisamente porque a su creador le importa un rábano si le critican su desaliño en la puesta en escena, los trazos gruesos o esos chistes chuscos o repetitivos; y qué si maneja un guión muy irregular y personajes mal definidos, si en las resolutivas manos de Berlanga el caos se vuelve inteligencia transgresora, verdadera mala leche, rabia compulsiva... Cuando salí hace doce años de ver París-Tombuctú tuve claro que estaba ante un testamento, el de un solitario, un viejo verde, de un incontrolable, de un anarquista desengañado, de un viejo perro herido al que su miedo hace más peligroso.

París-Tombuctú nos cuenta la huída de un erotómano, solitario y hastiado médico francés a quien su impotencia está a punto de llevar al suicidio -un Michel Piccoli que duerme con un muñeco de madera en autoparódico homenaje a Tamaño Natural- y que decide huir de su consulta parisina y hacer un viaje final hacia la ciudad de Tombuctú para allí acabar sus días. A medio camino hará escala en Calabuch -el imaginario pueblo valenciano que da título a la más minusvalorada obra de Berlanga-. Es un hombre harto, que desea desaparecer, para quien el cuerpo femenino, el fetichismo y la comida son lo único que le atan a la realidad. A nadie se le escapa que Berlanga se describe a sí mismo. Concha Velasco, Amparo Soler Leal, Javier Gurruchaga, Juan Diego, Fedra Llorente, Santiago Segura, Luis Ciges y Manuel Alexandre forman un microcosmos de freaks y enanos, hijos pretendidos de Manolete, la ninfómana, la beata, el fetichista, el anarquista nudista, la alcaldesa lesbiana, el cura corrupto, el ciclista, el revolucionario desengañado...

En París-Tombuctú Berlanga habla de la imposibilidad de la revolución, de la imposible huída, del suicidio imposible, de acabar solo e invisible, de lo que no puedes hacer, de lo que no te dejan hacer, de lo que te hurta la mala suerte, de lo triste que es vivir paralizado por el miedo. Una obra desesperada, deprimente, desvergonzada y libertaria, que no busca tanto la transgresión como el simple terrorismo, con tanta mala hostia como bajo concepto del ser humano.

Ver París-Tombuctú en línea

Fotogalería publicada por El País