jueves, 25 de marzo de 2010

Dentro de estos poemas pasa un lobo


Pero en este poema espera un lobo
que ha venido a buscarme.

Aunque intente estar quieto y no hacer ruido
salta por las palabras un recuerdo
que me arranca un aullido y me devora.
(Un lobo)

Hace unos días Fernando Valverde presentó en Granada su último libro de poesía, el cuarto de los que ha publicado en España y el segundo que edita Visor -es el único autor con menos de treinta años que repite en la editorial de Chus Visor-. "Los ojos del pelícano" saca su título y asienta gran parte de su simbología en los pelícanos que pescan lanzándose en picado al mar, un espectáculo que Fernando contempló en la playa nicaragüense de San Juan del Sur, pero esos pelícanos, de una efectividad casi matemática en su caza, de tanto estrellarse contra la superficie acaban muriendo ciegos.

Vas a venderme el mundo con las manos
pero aún no lo sabes.
(...)
Cansada de estar viva,
como todos los vivos que no han visto un cadaver,
vas a venderme el mundo a cambio de un secreto.
(El mercado)

Fernando Valverde dirige mano a mano con Daniel Rodríguez Moya el Festival de Poesía de Granada y es compañero de faenas en la prensa, escribe para El País y formó parte de la redacción de La Opinión de Granada hasta su cierre. Le encanta el fútbol.

Como ocurre con todos los poemarios de Fernando, no se trata de una recopilación de textos aislados. Junto a su convencida y convincente apuesta por la sencillez, por el menos es más, hay una idea conceptual y una serie de elementos comunes: el viaje, siempre presente en todo lo que escribe, la inevitabilidad de estrellarte una y otra vez con la realidad quebrándote a cada nuevo golpe: la metáfora de los pelícanos...

Nada puede salvarlos.
Hay tanta dignidad en el vacío,
tanto amor en sus vuelos ,
que en el último instante escogen el silencio.
(La caída)

..y en esta obra se une una dolorosa renuncia a la infancia...

Han pasado los años
y aquel lugar aún guarda
avispas de colores que parecían mirlos.
Porque siguen allí
no pueden alcanzarme sus agujas,
pero hay veces que escucho sus zumbidos
y una sucia nostalgia me recuerda
el sabor del veneno.
(Las avispas)

...y la aceptación de la degradación física y la muerte como algo cercano. Un dolor que uno no intuiría ante el gesto permanentemente risueño de Fernando...

Desde esta habitación no puede verse el mar,
no existen altas rocas y no queda horizonte
que no hayan destruido.
(La caída)

Antes de su aparición, Los ojos del pelícano había recibido en Asturias el Premio Emilio Alarcos. Seis años le ha llevado a Fernando Valverde dar por concluidos estos veintinueve poemas, que aún sumados a los de Viento favorable, Madrugadas o Razones para huir de una ciudad con frío, son pocos pero deslumbrantes.

Alguien entra en el bosque mientras grito.
No puedo detenerlo.
Sólo existe mi voz
tan rota y tan cobarde
que cada noche vuelve a repetirse
sin que logre hacer nada.
Hay tanta incertidumbre allí en el bosque,
es tanta su espesura,
que es mejor estar quieto,
aunque la misma angustia suceda cada noche,
aunque el bosque sea yo y alguien huya de mí.
(El bosque)

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