En las campañas de concienciación suele haber más buena voluntad que resultados; solo con un incansable raca-raca se cambian las mentalidades. Para combatir la tolerancia cómplice hacia quienes conducen con copas encima ha hecho falta desarrollar técnicas de detección, muchos controles, y el endurecimiento de la Ley. Pero basta un simple acto de irresponsabilidad para dar al traste con años de esfuerzo. Un juez de Granada, el titular del juzgado de lo Penal 1, quiere abanderar la inconsciencia. El juez Manuel Piñar -hum, ese apellido...- absuelve a quien es pillado cogorza sobre ruedas –van cuatro al menos-. Su campaña a contracorriente -que se cita a sí mismo y a sus propias sentencias cuando recurre a jurisprudencia, ¿no les suena a afán de notoriedad?- habla de “inquina persecutoria y acoso” contra los bebedores, olvidando citar a los centenares de víctimas de accidentes de tráfico causados por el alcohol, todo porque supuestamente no se persigue con igual ímpetu a quienes conducen bajo los efectos de las drogas. Por cierto ¿El alcohol no es una de ellas?
Es poco creíble que lo que preocupe realmente al juez sea tanto drogota incontrolado al volante. No ignora Piñar que si no se les da caza es porque aún no existen medios suficientes para hacerlo, que no es fácil dar con detectores válidos para drogas muy diferentes, que en esto tan solo se está empezando; y que más de un equipo de investigación debe estar ahora mismo desarrollando detectores de estupefacientes más efectivos, polivalentes y baratos. Esos alcoholímetros homologados que el juez considera no fiables –por dudar se puede discutir que el sol sale por el Oriente- son fruto de años de investigación, hace falta arrogancia para descalificarlos.
Lo que según Piñar deslegitima la persecución a los borrachos es que no se sepa capturar a quienes conducen con medio Medellín en el cuerpo; es como decirle a alguien con un cuchillo clavado en el estómago que no es legítimo perseguir al navajero porque a la Policía se le escapan casi todos los asaltantes de chalés. No se desprende ni un gramo de simpatía hacia las víctimas en las absoluciones con que el juez Piñar obsequia a los conductores borrachos. No, el juez dedica su solidaridad a los pobrecitos que vienen de una boda o una despedida de soltero “en el límite” de la irresponsabilidad. Lo triste de la dudosa notoriedad que está logrando el togado no es ya que equipare el dolor de las víctimas con la contrariedad del que se tiene que conformar con pedir una sin en la comunión de su sobrina para no perder puntos, es que sólo es comprensiva con el infractor, al que se lleva a “estados de ruina personal”, dice. ¿Cómo define el juez el estado en el que queda una familia con la mala fortuna de cruzarse con un borracho al volante? Para sensibilidad… una almeja.
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