El renacer del soul
He perdido la cuenta de los años que llevo escuchando y coleccionando música de forma compulsiva, y por lo tanto estoy más que acostumbrado a los movimientos cíclicos de revivalismo de tal o cual género, a la progresiva aceleración de dichos revivals y, dado que jamás tuve la tentación de hacerme de esos que un día deciden no escuchar más música actual, no trabajo con la nostalgia. Es evidente que al crecer tu cultura musical echas la mirada cada vez más atrás, pero no hay nada de nostalgia en ello, sino pura curiosidad al descubrir que, si los sonidos de los sesenta fueron siempre los que más me marcaron, tenía que buscar sus raices en los cuarenta, los cincuenta, el blues, el jazz, el folk o el gospel. Nada que ver con M-80 y otros negocios del recuerdo.
Esto me permite distinguir las llamadas al pasado que se producen cuando escasean nuevas ideas en el presente, o a los jetas que le venden a un público musicalmente iletrado un simple rescate -ni siquiera actualización- de sonidos añejos como muestras de su propio e inexistente talento... distinguir estos fenómenos, digo, de la sorprendente e inesperada recuperación de la música soul que estamos viviendo en los dos últimos años. Aclararé que no se trata de ser más condescendiente con este revival que con otros porque el que se recupera sea mi género favorito; es más que eso. Lo que Amy Winehouse, Duffy -entre los productos de aceptación mainstream- o lo que Jill Scott, James Hunter, Ryan Shaw o Sharon Jones -con eco minoritario- están haciendo no se parece a un revival, sino a una resurrección. Es algo así como decir: "Señores, retomemos la historia donde lo habíamos llegado porque miren lo que nos hemos estado perdiendo durante todos estos años".
Es cierto, la del soul es una tradición rota. La disco music primero, la electrónica, el pop negro de Prince y Michael Jackson y esa aterciopelada y meliflua black music de los últimos años, son una ruptura, no corresponden a la evolución natural de la soul music que marcó una revolución racial y generacional y fue la banda sonora de la conquista de los derechos civiles en Norteamérica y del orgullo de ser negros. Ideológicamente, y espiritualmente, la antorcha la sostiene el hip hop, es además la forma musical que más fagocita del soul clásico en sampleos y citas, pero musicalmente no es lo mismo. El Northern Soul ha sido un culto con una indudable utilidad arqueológica, pero demasiado restringido y basado sólo en la recuperación de joyas perdidas del pasado, no en creación de nuevos productos. Los revivals como tal se han mostrado falsos: cantantes como Anita Baker o Alicia Keys derivaron rápidamente hacia sonidos acomodaticios para radiofórmulas adultas.
Esta recuperación de la soul music tal como se practicaba en los años dorados de Stax, Motown o Atlantic responde a una demanda: la necesidad de sonidos creíbles, con expresividad, corazón y alma. Estos nuevos soulmen y soulwomen, entre los que hay tantos intérpretes blancos como negros, no forman un grupo homogéneo. Al margen de haberse convertido en carnaza para la prensa amarilla, Amy Winehouse representa la contemporaneidad, suena a presente, mientras Duffy -mucho menos blanda de lo que algunos pretenden- opta por el revivalismo puro y no sólo de soul, sino de cierto folk-pop y pop-soul que en los sesenta se podía encontrar en Dusty Springfield, Lulú, o parte del catálogo de Bacharah & David. Otros han optado por recrear fielmente instrumentaciones e incluso métodos de grabación, lo cual mientras en Sharon Jones and the Dap-Kings se queda en guiño nostálgico resultón, en el hombre que nos ocupa, Eli "Paperboy" Reed, nos proporciona el más excitante retorno a las raíces que podríamos imaginar.
Eli "Paperboy" Reed es blanco, bostoniano, regordete y con pinta blandita, entre Lloyd Cole y Brian Wilson, aunque se transforme en lo alto de un escenario. Pero cuando grita el comienzo de "Take My Love With You" crees que Sam Cooke ha resucitado en mitad del Harlem Square Club. Su forma de cantar -susurra como Otis Redding, grita como Aretha Franklin, tiene la alegría de Cooke y la energía de James Brown- te aplasta contra el suelo. No es el suyo un revivalismo sin más, por más que se pueda incluir en la categoría de los puristas. Sigue el camino trazado por otros como si no hubieran pasado cuatro décadas, y en su segundo disco, "Roll With You" -lo mejor que haya salido de las prensas de una discográfica en este 2008- aporta nuevas joyas a la historia del género, canciones de la talla de las de los maestros.
No ha salido de la nada, el suyo parece un camino trazado a propósito reproduciendo la formación musical que tuvieron los soulmen de los sesenta. Ha vivido en Clarksdale, Mississippi, y en Chicago, empapándose de blues y rythm'n'blues; en su Boston natal formó parte de coros de gospel, una calculada formación musical de la que su primer disco "Walkin' and Talkin'" forma parte, como producto de rythm' n' blues potente pero en el que su técnica vocal aún no está depurada. La maduración se ha completado con "Roll With You", un disco grabado con técnicas analógicas, en cinta, con instrumentos muy usados, con formación de septeto y cuyo sonido está marcado por una cuidada e infalible sección de viento, pero sobre todo por la voz de Eli "Papperboy" Reed, un cantante como los de antes.
"Roll With You" llega en el momento justo, es como un "aquí no ha pasado nada, seguimos haciendo la música que nunca debimos dejar de hacer". Me quedo con el espectacular arranque de "Stake Your Claim", la conmovedora melodía de "I'll Roll With You", o con el single -¿alguna canción no lo es?- "Take My love With You", pura herencia de Sam Cooke, y su increible saxo a mitad de la canción, o con la ortodoxa balada "It's Easier" o con un "Boom Boom" que es puro Little Richard, por citar algo en un disco en el que ni una nota es desaprovechable. Puede que sea una alegría momentánea o que junto a "Back To Black", "This Is Ryan Shaw", "The Real Thing" o "Rockferry", a los que supera en autenticidad y en garra, marquen una segunda edad de oro de la música soul.
Esto me permite distinguir las llamadas al pasado que se producen cuando escasean nuevas ideas en el presente, o a los jetas que le venden a un público musicalmente iletrado un simple rescate -ni siquiera actualización- de sonidos añejos como muestras de su propio e inexistente talento... distinguir estos fenómenos, digo, de la sorprendente e inesperada recuperación de la música soul que estamos viviendo en los dos últimos años. Aclararé que no se trata de ser más condescendiente con este revival que con otros porque el que se recupera sea mi género favorito; es más que eso. Lo que Amy Winehouse, Duffy -entre los productos de aceptación mainstream- o lo que Jill Scott, James Hunter, Ryan Shaw o Sharon Jones -con eco minoritario- están haciendo no se parece a un revival, sino a una resurrección. Es algo así como decir: "Señores, retomemos la historia donde lo habíamos llegado porque miren lo que nos hemos estado perdiendo durante todos estos años".
Es cierto, la del soul es una tradición rota. La disco music primero, la electrónica, el pop negro de Prince y Michael Jackson y esa aterciopelada y meliflua black music de los últimos años, son una ruptura, no corresponden a la evolución natural de la soul music que marcó una revolución racial y generacional y fue la banda sonora de la conquista de los derechos civiles en Norteamérica y del orgullo de ser negros. Ideológicamente, y espiritualmente, la antorcha la sostiene el hip hop, es además la forma musical que más fagocita del soul clásico en sampleos y citas, pero musicalmente no es lo mismo. El Northern Soul ha sido un culto con una indudable utilidad arqueológica, pero demasiado restringido y basado sólo en la recuperación de joyas perdidas del pasado, no en creación de nuevos productos. Los revivals como tal se han mostrado falsos: cantantes como Anita Baker o Alicia Keys derivaron rápidamente hacia sonidos acomodaticios para radiofórmulas adultas.
Esta recuperación de la soul music tal como se practicaba en los años dorados de Stax, Motown o Atlantic responde a una demanda: la necesidad de sonidos creíbles, con expresividad, corazón y alma. Estos nuevos soulmen y soulwomen, entre los que hay tantos intérpretes blancos como negros, no forman un grupo homogéneo. Al margen de haberse convertido en carnaza para la prensa amarilla, Amy Winehouse representa la contemporaneidad, suena a presente, mientras Duffy -mucho menos blanda de lo que algunos pretenden- opta por el revivalismo puro y no sólo de soul, sino de cierto folk-pop y pop-soul que en los sesenta se podía encontrar en Dusty Springfield, Lulú, o parte del catálogo de Bacharah & David. Otros han optado por recrear fielmente instrumentaciones e incluso métodos de grabación, lo cual mientras en Sharon Jones and the Dap-Kings se queda en guiño nostálgico resultón, en el hombre que nos ocupa, Eli "Paperboy" Reed, nos proporciona el más excitante retorno a las raíces que podríamos imaginar.
Eli "Paperboy" Reed es blanco, bostoniano, regordete y con pinta blandita, entre Lloyd Cole y Brian Wilson, aunque se transforme en lo alto de un escenario. Pero cuando grita el comienzo de "Take My Love With You" crees que Sam Cooke ha resucitado en mitad del Harlem Square Club. Su forma de cantar -susurra como Otis Redding, grita como Aretha Franklin, tiene la alegría de Cooke y la energía de James Brown- te aplasta contra el suelo. No es el suyo un revivalismo sin más, por más que se pueda incluir en la categoría de los puristas. Sigue el camino trazado por otros como si no hubieran pasado cuatro décadas, y en su segundo disco, "Roll With You" -lo mejor que haya salido de las prensas de una discográfica en este 2008- aporta nuevas joyas a la historia del género, canciones de la talla de las de los maestros.
No ha salido de la nada, el suyo parece un camino trazado a propósito reproduciendo la formación musical que tuvieron los soulmen de los sesenta. Ha vivido en Clarksdale, Mississippi, y en Chicago, empapándose de blues y rythm'n'blues; en su Boston natal formó parte de coros de gospel, una calculada formación musical de la que su primer disco "Walkin' and Talkin'" forma parte, como producto de rythm' n' blues potente pero en el que su técnica vocal aún no está depurada. La maduración se ha completado con "Roll With You", un disco grabado con técnicas analógicas, en cinta, con instrumentos muy usados, con formación de septeto y cuyo sonido está marcado por una cuidada e infalible sección de viento, pero sobre todo por la voz de Eli "Papperboy" Reed, un cantante como los de antes.
"Roll With You" llega en el momento justo, es como un "aquí no ha pasado nada, seguimos haciendo la música que nunca debimos dejar de hacer". Me quedo con el espectacular arranque de "Stake Your Claim", la conmovedora melodía de "I'll Roll With You", o con el single -¿alguna canción no lo es?- "Take My love With You", pura herencia de Sam Cooke, y su increible saxo a mitad de la canción, o con la ortodoxa balada "It's Easier" o con un "Boom Boom" que es puro Little Richard, por citar algo en un disco en el que ni una nota es desaprovechable. Puede que sea una alegría momentánea o que junto a "Back To Black", "This Is Ryan Shaw", "The Real Thing" o "Rockferry", a los que supera en autenticidad y en garra, marquen una segunda edad de oro de la música soul.
2 comentarios:
¿Cuál es la contraseña?
El post es bastante antiguo y el enlace de Badongo no debe funcionar, vuelve a pinchar que lo he cambiado por uno de rapidshare, no requiere contraseña para descomprimir.
Y si quieres también su primer disco, Walkin' and talkin', busca el trítulo en el texto del post y pincha. que los disfrutes
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