Un fastidio
Qué fastidio de disidentes que les da por morir asesinados por sus ideas o exiliarse con tal de empañar la imagen de de los Juegos Olímpicos. Qué fastidiosos esos 127 atletas que pidieron a Hu Jintao bobadas como derechos humanos, libertad de expresión y libertad de culto. Menos mal que tenemos al marqués de Samaranch, el ex franquista que convirtió el olimpismo en negocio profesionalizado, para, contagiado del lenguaje de los dazibao maoistas –ayuda que el Gobierno chino haya pagado muy bien su entusiasta cooperación- proclama que todo el pueblo chino está con las olimpiadas y el esfuerzo realizado por su Gobierno y por tanto los atletas no deben hacer comentarios políticos en estadios y arenas, porque eso empaña la imagen de los juegos.
Que fastidio de Reporteros sin Fronteras, pirateando emisoras de radio chinas para difundir sus fastidiosos mensajes por la libertad de expresión. Menos mal que Samaranch tiene otro aristocrático sucesor, el conde Jacques Rogge, agotado de lanzar diatribas contra la prensa que cuenta las protestas y no los fastos -aunque las malas lenguas aseguren que cuando Rogge pidió a la prensa que dejara de acosar a los miembros del COI, quería poner fin a las incursiones de periodistas en el bar de los directivos-. Para que vengan disidentes tan fastidiosos como He Depu, preso por escribir sus opiniones en Internet, a pedirle que le visite en prisión y compruebe cómo es la mayor cárcel del planeta. Como si el conde Rogge no tuviera nada mejor que hacer.
Menos mal que existe toda una irreductible reserva espiritual maoísta que desde los foros nos acusa de sólo ver la paja en ojo ajeno ignorando las violaciones de derechos humanos en regímenes tan equiparables al chino como los de EE.UU., España o Grecia. Menos mal que nuestro Gobierno y nuestro Comité Olímpico nos recuerda que los Juegos no son el foro adecuado para las protestas, y deja claro a los atletas que el ADO no les paga por pensar, que lo suyo es el músculo y no el cerebro… y que las buenas relaciones con el mercado chino son lo más importante, apostilla Moratinos. Menos mal que los gobernantes del mundo saben que unos Juegos Olímpicos son básicamente políticos, un arma de propaganda del régimen que los organiza, y por eso, hoy por tí y mañana por mi, salvo por las cuatro vaguedades soltadas por Bush al llegar a Pekín, él y Sarkozy, los Príncipes de Asturias, Putin -ahora aplaudo, ahora bombardeo Georgia- y el lucero del alba finalmente estuvieron allí para aplaudirle al régimen chino sus fuegos artificiales, pese a los fastidiosos empeñados en hablar de política, censura, derechos humanos y contaminación. Ante tanto empeño en empañar, la voz tajante de Giselle Davies, directora de Comunicación del COI debe servirnos de consigna: "Confiamos en las autoridades chinas para evaluar cada situación y actuar de forma adecuada".
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