Discos dedicados
Hubo un tiempo en que los periodistas éramos convocados a diario a un sinnúmero de ruedas de prensa por parte de los gabinetes de comunicación de tal o cual concejal, carguillo o baranda. Cumplíamos con el rito, acudíamos, aguantábamos la parrafada inicial, formulábamos preguntas sobre el tema en cuestión o aprovechábamos para plantear otros asuntos de nuestro interés. Regresábamos a redactar la información, que no tenía por qué versar sobre el tema de la convocatoria sino sobre cualquier otro que circunstancialmente hubiera surgido en su transcurso. Después oíamos a nuestra conciencia susurrarnos que sólo hacíamos información dirigida, que si éramos voceros de lo oficial, si debíamos sacar tiempo para investigar nuestros propios temas... Con nuestra conciencia solía coincidir nuestro jefe, sobre todo si estaba recién incorporado al cargo o comenzando una nueva temporada. Lleno de energía, nos anunciaba el fin de la información convocada, ahora íbamos a ser el pasmo de nuestros compañeros de tantos asuntos turbios que destaparíamos. Al día siguiente nos mandaba a cubrir tres ruedas de prensa en el Ayuntamiento y dos más en la Diputación.
Ese era el paraíso perdido. Todo cambió cuando los gabinetes de comunicación institucionales experimentaron un proceso de engorde que ha acabado en obesidad. Antes el alcalde, el presidente de la Diputación o el delegado de la Junta tenían sus jefes de prensa. Después los consejeros, más tarde cada delegado provincial de la Junta tuvo su periodista apadrinado, ahora son oficinas de comunicación completas, con más personal y medios técnicos que algunas emisoras, consagradas a la progresiva conversión de la información en propaganda.
La última novedad, asociada a las nuevas tecnologías, es lo que acertadamente un compañero llama discos dedicados. Un diputado provincial o un delegado de la Junta dan una rueda de prensa –puede ser virtual, no es necesario que haya periodistas, basta una cámara enfrente- y los gabinetes de comunicación de la Junta o la Diputación, a las pocas horas hacen llegar a los medios un deuvedé con la comparecencia debidamente editada, de la que se ha eliminado cualquier pregunta incómoda no sea que el periodista receptor se desvíe del objetivo propagandístico del producto. Redactores vagos y editores y directores deseosos de agradar a la oficialidad reciben sin rechistar estos discos dedicados y cumplen a la perfección un papel de intermediarios en el que están a gusto y que satisface a la autoridad. La oferta laboral en los medios institucionales engorda, pero pronto eso traerá un adelgazamiento de las plantillas en los medios. Porque para la transmisión de propaganda no hacemos falta, basta una cámara, un programa de edición de vídeo, una grabadora de deuvedé y unos gabinetes de prensa cada día más obesos.
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