martes, 14 de septiembre de 2010

South Pop Isla Cristina, Esplendor escandinavo en la hierba

Al fin pude comprobar, tras dos años de quedarme con las ganas, qué de cierto había en lo que contaban de la edición veraniega del South Pop en Isla Cristina. Respecto a los aspectos organizativos constato que los halagos se quedaron cortos, o bien se ha mejorado en esta tercera edición. Es la antítesis de lo que nos tienen acostumbrados la mayoría de los festivales de este país y el de al lado -los portugueses lo hacen aún peor-. Todo son comodidades, como pensado para los que ya tenemos una edad y pasamos de roña, de colas, hooligans, insalubridades y acampadas inmundas. Exitazo de la guardería, del césped abundante y la barra bien atendida y rapidísima, conciertos que empezaban a su hora y hasta Endesa estuvo fina cargándose con un apagón el set de los insufribles Nitoniko, a quienes se dio segunda oportunidad en el escenario de los djs. Y fuera del recinto las sesiones en la piscina del Barceló han arrasado. Si acaso sobraba presencia de policía y vigilantes variados en un ambiente que era cualquier cosa menos conflictivo. Estos valores deberían ser garantía de continuidad si los vaivenes políticos -viene año de elecciones- o los de la promotora Green Ufos no lo tuercen. Pero a la música es a lo que voy. A lo visto y oído, que fue variado en estilos y calidad. Comienzo por el principio.



Me arrepiento profundamente de haber llamado cansautor a Rauelsson. Ante poquísimo público -el del South Pop es especialmente tardón y abarrotaba escenarios sólo bien avanzada la noche- , hicieron un breve pero convincente espectáculo, con profesionalidad sobrada, buenas canciones y una banda grande y bien engrasada. Rauelsson cautiva y engancha en directo si uno está dispuesto a poner de su parte un poco de atención.



Del espectáculo de Fitness Forever, entre Abba y San Remo, lo más destacable era la pinta de su orondo bajista, que parecía haber dejado la góndola amarrada en el puerto de Isla Cristina y estar deseando irse a amasar pizzas. El s
how retro de los italianos es tan ligero que se diluye nada más oirlo, y aún así al cabo de muy poco rato se siente uno empachado de tanto merengue nostálgico.



Dorian tienen muy complicado lo de salir de la segunda división. En directo suenan tremendamente correctos, tanto como incapaces de sorprender. El repertorio de "La ciudad subterránea", en el que se basó su actuación compendia sus virtudes y carencias. Van sonando cada día más profesionales, pero no dejo de ver en ellos un cruce imposible entre las inquietudes estéticas del Aviador Dro, sin su sentido del humor ni su desparpajo, y un discurso que aspira a trascender con letras que me recuerdan a las de 091. La "Tormenta de arena" con la que cierran el concierto es lo mejor que han grabado hasta ahora y lo que más recuerda a los chicos de Servando Carballar, espirales y cápsulas especiales incluidas.

Una hora de apagón interrumpió la actuación de Nitoniko cuando iban por su cuarto tema. La organización les dio una segunda oportunidad y pudieron actuar en el set de los djs durante el segundo día. Aunque ellos citarán a La Mode como referencia, en disco se quedan en los Mecano de "Maquíllate", pero al verles en directo descubrí que su reino no es de este mundo, sino del de Operación Triunfo. Aunque lo verdaderamente irritante era ver a tanto maromo con sus camisetas de Animal Collective alucinando con canciones que Chenoa rechazaría por blandas.



Suerte que la luz volvió para que pudiéramos ver brillar en toda su intensidad el talento del noruego Erlend Øye al frente de The Whitest Boy Alive, una banda infinitamente mejor de lo que nos habían contado y de lo que ellos mismos piensan. Subrayen la idea de banda, porque ésta es un mecanismo de relojería de cuatro piezas que funciona con una perfección solo comparable a su soltura. Tienen la virtud de que su música, compleja y elaborada, aparenta estar hecha con despreocupación. Cada instrumento suena limpiamente justo como debe sonar, sin trampa ni cartón. Su funk orgánico -"Keep a Secret", "Timebomb"- puede recordarnos a Chic -como producido por Nile Rodgers pero sin pagar la minuta de Rodgers-, su chill out inteligente recrea aromas de Steely Dan -"Gravity"-, y son capaces de fabricar tecno energético -"Islands"- desde lo analógico. Suyo fue el show más largo y brillante del festival y suyo es un más que prometedor futuro.



Cerraron la primera noche We Have Band, que quemaron su mejor cartucho, "Divisive", para comenzar, y mantuvieron el listón con un directo enérgico y muy bailable, sin renunciar a territorios más oscuros. Su electro-pop tiene reminiscencias de los primeros ochenta -Heaven 17, Human League- pero a falta de un sonido más distintivo descansa demasiado en el acierto melódico y/o rítmico de sus singles. Hasta ahora han dado en la diana, pero por lo visto en directo me quedo con la sensación de que en un año nadie hablará de ellos.

Del segundo día me perdí la actuación inicial, la de los sevillanos The Baltic Sea, pero por lo visto en algún vídeo que ya anda circulando, no lamentaré la pérdida. Espesos.



Roger Quigley es un pájaro de cuidado. Imposible verle sin una copa -whisky con cocacola- en una mano y un cigarrillo de liar en la otra. En su identidad de At Swim Two Birds, acompañado de guitarrista en directo y banda pregrabada, su show se anunciaba como "At Swim Two Birds play Sinatra". Interpretar a Frankie fue el reto que le plantearon desde Green Ufos y respondió a medias: sólo tres temas del repertorio Sinatra, incluido un arrebatador "Love's Been Good To Me", y el resto cosecha propia, del octanaje emocional de "I need him" o "In bed with your best friend". Con una forma de cantar que recuerda más a Scott Walker que a Sinatra, y pese a estar tan enamorado de sí mismo, Quigley logró cautivarnos y desear que su actuación se hubiera prolongado aún más.


La actuación de Sad Day For Puppets mereció
más entrega por parte del público, que estuvo frío con los suecos pese a lo fácil que es conectar con su sonido, la nada novedosa fórmula de chica con voz inocente y melodías pop sobre muralla de ruido. Pero a pesar de la escasa originalidad de su propuesta, Sad Day For Puppets suenan poderosos en directo, tienen en sus filas a un gran guitarrista, Marcus Sandgren, y un puñado de buenas canciones que sonaron en su pase por el South Pop -"Marble Gods" o la dylaniana "Monster and the Beast"- o que se echaron de menos, como la preciosa "Tingle in my Hands".



The School mostraron menos gracia aún que Fitness Forever en su anecdótico e innecesario ejercicio de revivalismo -y pensar que todos estos listillos indies desprecian a grandes revivalistas como Eli Paperboy Reed, Duffy o la Winehouse precisamente por serlo-. Las galesas, por más ganas que le pongan no logran ni de lejos que nos acordemos de Lulú o Nancy Sinatra, y menos si desafinan como ratas, que fue el caso.



Misma falta de conexión con el público que Sad Day For Puppets mostraron sus paisanos The Radio Dept. Definitvamente no era el día Ikea. Pero al trío de Malmö ni falta que les hace. Su shoegaze funciona igual con o sin público, o a pesar del público. Intensos, ruidosos, melódicos y efectivos, a veces próximos a unos The Cure sin concesiones, en otros momentos -"David"- más pop y asequibles, funcionan como una banda sólida, consolidada y con actitud y a mí me convencieron plenamente como lo mejor de la segunda noche...



...Con permiso de Hidrogenesse. Lo suyo no tiene nombre. Que un dúo tan freak de música programada con vestimentas imposibles -el uno todo lamé travesti, el otro salido de una peli de Wes Anderson- vuelva loca a una concurrencia masiva y entregada entre la que abundaban los disfraces -no necesariamente de tigre- es un fenómeno a analizar. Claro que cuando se tienen tan buenas canciones, y se está a años luz por delante de la media en el panorama nacional se comprende hasta que todo nos parezca una mierda menos lo suyo. Estuvieron todo el festival entre el público, los más accesibles junto con Quigley aunque más sobrios.



De los
sets de djs estelares, vi poco de Guille Milkyway -estaba reventado a esas horas- pero el negrísimo comienzo fue demoledor y en los primeros temas que pinchó mostró auténtica erudición. Decepcionate en cambio Bob Stanley, de Saint Etienne, técnicamente nulo y cayendo en bastantes obviedades en su selección.

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