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Una carta a la directora publicada hace unos días por éste y otros periódicos de Granada ponía en cuestión con solidísimos argumentos ecológicos y antropológicos la necesidad de cerrar el Anillo de Circunvalación de Granada. Echaba de menos el autor voces disidentes frente a lo que se da por consensuado e incuestionable sin que se consensue ni se someta al parecer de la ciudadanía.
Ha sido leer esa valiente carta, ver la ciudad machacada, intransitable y hostil y oír las quejas de
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Pero que necesitamos el Metro y que es la única alternativa al caótico tráfico que padecemos se ha convertido en dogma de fe. Aunque su única línea sólo mejore la movilidad de una pequeña parte de la población del Área Metropolitana y apenas sea útil a la de la capital; aunque vaya a ser lento y caro, aunque no comunique con la zona comercial y administrativa del centro. Nadie disiente.
En esta fe el Ayuntamiento de Granada ha sido declarado herético, pese a ser la única administración que ha aportado cordura. El Metro de la Junta no conectaba con el ferrocarril hasta que el Ayuntamiento lo exigió. Gracias al Ayuntamiento la línea se soterra en Camino de Ronda, pero eso no es suficiente, visto el estrago que el trenecito en superficie está causando en los espacios públicos del Zaidín, y aún por ver cómo destruye los Paseíllos de Fuentenueva.
Lo único razonable sería que la cosa circulara bajo tierra durante todo su trayecto urbano, pero eso es caro y la Junta no son los Reyes Magos aunque haya un Gaspar entre ellos.
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