domingo, 18 de mayo de 2008

Cristales Rotos

El 9 de noviembre de 1938 se conoce en Alemania como la Noche de los Cristales Rotos, una revuelta contra los bienes y los emblemas de los judíos que destruyó 1.574 sinagogas, cementerios, tiendas y grandes almacenes. 95 judíos alemanes –y alemanes “que parecían judíos”- fueron asesinados en un peldaño más en la escalada hacia la Endlösung. Oficialmente fue una reacción espontánea pero si ya entonces se supo que la Reichskristallnacht estuvo planificada desde el NSDAP, el partido nazi, los historiadores probaron que la orden partió del mismísimo Führer.

El 13 de mayo de 2008 decenas de hombres y mujeres armados con palos y piedras irrumpieron en varios campamentos habitados por gitanos rumanos a las afueras de Nápoles. Algunos lanzaron cócteles molotov contra las chabolas de los gitanos, incendiando el campamento de Argine. Hubo precedentes; tras la victoria electoral de Silvio Berlusconi y su coalición de delincuentes, neofascistas y ultranacionalistas, el Grupo Armado para la Purificación Étnica, responsable de un incendio en el que perecieron carbonizados cuatro niños gitanos rumanos, dio un ultimátum a los gitanos de Italia para que abandonaran el país en un plazo de 20 días.

El 30 de enero de 1944 el Convoglio RSHA deportó en vagones sellados con plomo desde Milán hasta Auschwitz-Bierkenau a 700 judíos de la Lombardía, donde hoy el esperpéntico Umberto Bossi llama a dar caza a los inmigrantes y propone cañonear las pateras que llegan de Libia. 40.000 italianos -opositores, judíos, gitanos, homosexuales y testigos de Jehová- pasaron por los campos de exterminio; sólo 4.000 regresaron. Su parada intermedia eran los campos de paso. El Gobierno Berlusconi ha trasladado a campos de permanencia temporal a 65 de los 118 indocumentados detenidos en su reciente redada antidelincuencia. Los gitanos rumanos son la diana de los progromos que llegarán. No he oído aún una palabra de condena de los colectivos romaníes, calla el Parlamento Europeo ante lo que ocurre en Italia, y si la vicepresidenta Fernández de la Vega habla de violencia, xenofobia y racismo al referirse a la política de Berlusconi, es corregida por su jefe en nombre de la exquisitez diplomática.

La Iglesia Católica y su sede romana, que ruge si en Italia se habla de regular el aborto, el divorcio express o las parejas gays, calla ante lo que el escritor Niccolo Ammaniti llama la educación en el odio dada con infinito amor, el odio étnico construido sobre la falacia de la inseguridad. En tiempos de Mussolini la actitud del papa Pío XII fue ambigua: Salvó de la muerte a miles de judíos abriéndoles los conventos e iglesias, pero guardó silencio ante el horror sin condenar la ideología criminal nazi y fascista, que tiene en el silencio de los demás y en la ignorancia del pasado dos valiosas armas.


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