La victoria islamista en las legislativas de Marruecos es según un editorial de El País “un soplo de aire fresco”, asómbrense. Su semanal celebra sus 35 años recuperando reportajes históricos como la entrevista que Rosa Montero hizo a un ayatolá Jomeini a punto de tomar el poder en Irán. Horrorizada por el siniestro personaje y su credo medieval, cuenta la escritora que tuvo que suavizar su rechazo porque los progres de la época no admitían que el revolucionario que derribaba al Sha y desafiaba a Norteamérica era infinitamente peor que su antecesor.
En Libia, Túnez, Turquía o Egipto esos islamistas, que visten con piel de cordero para no asustar y se dicen moderados, conquistan –democráticamente- el poder con el taimado Tayyip Erdogan, el Bush de Oriente Próximo, manejando los hilos para tender silenciosa y discretamente un telón de oscurantismo e ir supeditando la política a los dictados de la fe. Ojo, que también en el democrático Israel los ultraortodoxos imponen su ley a pedradas.
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La razón y la inteligencia pierden terreno ante espiritualismos que a menudo esconden inmensos negocios –si no estafas- o pretenden parcelas de poder.
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Así se explica la propagación del pensamiento positivo, la monserga new age disfrazada de ciencia –Punset- o los seminarios de desarrollo personal: La realidad es fea, pero no te molestes en cambiarla, aprende a verla de color de rosa.
Hasta la ciencia económica está contaminada por la religión. Economistas de izquierda como quienes firman “Hay alternativas” –Vincenç Navarro, Alberto Garzón y el granadino Juan Torres López-, tras un atinado análisis de los verdaderos mecanismos de la crisis, plantean como primera de sus propuestas la “Constitución de un gobierno mundial (...) y la instauración de un mundo diferente”, a la altura de una miss deseando la paz mundial. Pero peor es lo de los halcones de lo neoliberal, que ya reconocen abiertamente que las recetas de la austeridad y el recorte nos hunden más en el pozo, y sin embargo continúan recetándolas como imprescindibles y obligatorias –el último informe de coyuntura de Caja Rural pone de manifiesto esta contradicción- porque creen fanáticamente en ellas. Es su dogma; no es ciencia, es religión.
Hasta la ciencia económica está contaminada por la religión. Economistas de izquierda como quienes firman “Hay alternativas” –Vincenç Navarro, Alberto Garzón y el granadino Juan Torres López-, tras un atinado análisis de los verdaderos mecanismos de la crisis, plantean como primera de sus propuestas la “Constitución de un gobierno mundial (...) y la instauración de un mundo diferente”, a la altura de una miss deseando la paz mundial. Pero peor es lo de los halcones de lo neoliberal, que ya reconocen abiertamente que las recetas de la austeridad y el recorte nos hunden más en el pozo, y sin embargo continúan recetándolas como imprescindibles y obligatorias –el último informe de coyuntura de Caja Rural pone de manifiesto esta contradicción- porque creen fanáticamente en ellas. Es su dogma; no es ciencia, es religión.
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