Aún no sé cuál de las dos imágenes me pareció más deprimente en la mañana del 23, si los gráficos con el mapa de España invadido de gaviotas o que en la acampada de la Puerta del Sol de Madrid el día después de las elecciones estuviera dedicado a la práctica de la biodanza para la bendición del maíz. En mi ciudad la dirección del PSOE despachaba el análisis de su catástrofe electoral echando la culpa a la crisis y los portavoces de los acampados decían que no tenían nada que analizar pues esto de las elecciones no iba con ellos. Esto parece un baile de sordos, sordos que no quieren enterarse, que son los peores.
Seré claro. Si en lugar de reclamar un acceso universal a la sanidad sin privatizaciones ni el sometimiento a los intereses de la industria farmacéutica las acampadas acaban reclamando homeopatía para todos, pido desde ya la inmediata disolución antes de que se conviertan en un problema de salud mental pública. Traerse un gurú de yoga desde los Estados Unidos es bien significativo de esta deriva. Servidor sigue siendo de los del “Mata jipis en las Cíes” y quiere una revolución que busque el cambio de los esquemas sociales, no de las almas.
Lecciones del 22-M
La autocrítica es una forma de actuar imprescindible si se pretende cambiar las cosas. Yo mismo me la aplico y reconozco que me equivocaba al decir que no importaba quien ganara en las urnas el 22 de mayo. Una cosa es que la diferencia entre las propuestas y sobre todo la praxis de PP y PSOE sea tan mínima como para no perder el tiempo decidiendo entre una de esas opciones. Pero otra bien distinta es que con un poder monocolor de la derecha en todas las instituciones, desde las locales hasta el Estado, en el plazo de diez meses se nos puede ir quitando de la cabeza que ninguna de las propuestas, las demandas o los sueños del movimiento nacido el 15 de mayo tenga futuro alguno.
Las elecciones del 22 de mayo no fueron todo lo democráticas que deberían ser debido a una ley electoral injusta, a que en muchos casos se nos obligaba a elegir entre listas copadas por políticos corruptos, a que las minorías han sido laminadas en los medios de comunicación y a muchos otros defectos congénitos y adquiridos de nuestra deficiente democracia que se han debatido, y mucho, desde que surgió el movimiento Democracia Real Ya. Pero es estar sordos negarse a extraer conclusiones de lo que el pueblo dijo en las urnas. Y entre otras cosas lo que se expresó fue una deriva muy marcada hacia el conservadurismo; ha vencido la perversa teoría de que si las recetas contra la crisis de Rodríguez Zapatero han fracasado es porque se quedan cortas, no responden suficientemente a las exigencias de los insaciables mercados; hay que ir aún más lejos en el recorte de derechos, aunque implique que la clase trabajadora se aproxime a las condiciones laborales del Tercer Mundo. Ha vencido la mezquindad de quienes aún creen que pueden retomar la falsa prosperidad de los años de la burbuja, de quienes aún siguen midiendo la felicidad en aros de Audi y pisos comprados “como inversión”. Allá ellos que aún han de darse un batacazo mayor cuando descubran que la derecha política lanza el anzuelo a las clases medias y las pequeñas empresas para luego servirlos de almuerzo a las grandes empresas y las clases altas.
Pero más dolorosa es la sordera de las fuerzas tradicionales de la izquierda. Los socialistas pretenden que sus problemas se resuelvan de puertas adentro, mirándose una vez más el ombligo, como vienen haciendo desde que hace tres décadas comenzaron a confundir sociedad con partido. Ahora quieren entretenerse y entretenernos con primarias como si para España tuviera alguna importancia la elección entre Chacón y Rubalcaba. Otros, la caverna felipista de siempre, con El País como portavoz, quiere sacar partido de la derrota para, obviando las primarias, imponer directamente a su Rubalcaba y dedicarlo a salvar restos de un naufragio. Para qué hablar de ideología si hace tiempo se renunció a ella. Cuanto vértigo da plantearse una refundación radical y traumática centrada en los valores y los principios, darse cuenta de una puñetera vez de que la culpa de la derrota no es de la crisis, sino de las recetas contra la crisis aplicadas por el Gobierno socialista, de que el electorado socialista da la espalda a quienes le han clavado por la espalda el cuchillo del paro, de la reforma laboral, del pensionazo... Sólo Patxi López y los socialistas vascos hablan de la necesidad de un congreso extraordinario y de replantearse la oferta programática, aunque dudo de que ni siquiera ellos estén planteándose la recuperación del programa socialdemócrata puesto que implicaría la ruptura total con la política económica desarrollada por el gobierno Zapatero, la marcha atrás en las reformas laboral y de las pensiones y dejar de someterse a las exigencias de los mercados financieros y la Unión Europea. Pasaría, en definitiva, porque las bases socialistas derribaran a su propio gobierno y forzaran a constituir otro, sin Zapatero al frente, hasta las próximas elecciones. Un presidente que acude en la noche electoral a reconocer la derrota y acompañado en su coche oficial por el consejero de Telefónica Javier de Paz es una vergüenza para el socialismo. Se me antoja mucho más utópico ese cambio que las reivindicaciones más peregrinas de las acampadas.
A Izquierda Unida también habría que darle la vuelta como a un calcetín. En los días previos a las elecciones sus candidatos se pasaban el día dorándole la píldora a los acampados, haciendo constar que compartían propuestas y aspiraciones, que la indignación debía traducirse en votos hacia IU. Ha pasado el 22-M y no es que hayan dado la espalda a quienes han salido a la calle, es que los quieren a todos dentro del redil. Ha sido la constante histórica del PCE: Unión de la izquierda, sí, pero a mi alrededor. Ese sigue siendo el discurso y ese sigue siendo el problema, querer barrer para adentro, que unos señores que jamás fueron ejemplo de democracia interna, que aún no se han curado de aquella forma de ordeno y mando que llamaban centralismo democrático, pretendan absorber en su propio beneficio a toda esa izquierda creativa que ellos nunca supieron ser. Lo de Izquierda Unida, lo cuenten como lo cuenten, ha sido una derrota en toda regla, porque la exigua subida en votos obtenida en las municipales no se corresponde ni con las expectativas, ni con la sangría sufrida por el PSOE ni tampoco parece haber captado voto indignado alguno. Alguno no ha dudado en culpar a la ciudadanía, que "deja mucho que desear". Uno detesta ese tabú según el cual el pueblo no se equivoca; quienes en Valencia votan a los corruptos que les roban son imbéciles, como lo son los votantes de Sandokan en Córdoba, y quienes apoyan la demagogia xenófoba en Cataluña están para que los encierren, pero eso no es excusa para rehuir la autocrítica. El discurso de IU no conecta con los descontentos de la política convencional, entre otras cosas porque no desconecta de una ortodoxia. La Puerta del Sol no mira a Caracas, La Paz o La Habana, afortunadamente.
Izquierda Unida debe plantearse de una vez por todas que si quiere estar en un amplio movimiento de izquierda transformadora ha de renunciar a liderarlo; si de verdad está con las reivindicaciones de la calle debe dejar su progresivo anquilosamiento institucional, no perder un minuto con las alianzas postelectorales y diluirse en un movimiento más amplio que incluya a todas las sensibilidades de izquierda; algo similar a lo que en Italia quiso ser El Olivo, pero con más carga ideológica y menos ambiciones de gobierno. Lo mismo vale para el proyecto Equo y Los Verdes, ICV, Paralelo 36 y todas las formaciones que quieren hacer otra política pero no pierden la perspectiva de que se trata de política, algo de lo que muchos integrantes del movimiento del 15-M no parecen tener muy claro.
Política o chiripitifláuticos
No menos peregrino es ese análisis que pretende traducir el descontento, la indignación y las acampadas en un crecimiento del voto en blanco y nulo. Si fuera así, ese exiguo 4% al que ni siquiera se ha llegado sería como para tirar la toalla; el supuesto castigo al sistema queda en ridículo si tenemos en cuenta que la participación subió varios puntos para mayor alegría del Partido Popular, pescador en río revuelto.
Lo cierto es que para todo el movimiento 15-M, tanto para sus iniciadores de #nolesvotes y Democracia Real Ya, como para quienes desde las acampadas se desvincularon de la raiz política del movimiento, el resultado de las elecciones debe ser una cura de humildad. Frente a la alegre desorganización, los organizados que siempre tuvieron el poder proclamaron con razón que siguen teniéndolo. Al sistema no se le ha movido un mechón y hasta para muchos de sus más destacados representantes ha sido lo más cool decir que ellos también estaban indignados.
Yo no reconozco lo que desde el 23 de mayo veo en las plazas en las que hasta las elecciones creía ver esa última oportunidad de plantar cara a un sistema podrido. Habría jurado hasta entonces que estábamos protagonizando una movilización social como reacción a la desesperación económica y el paro juvenil llegando adonde los sindidactos no habían sabido ni querido llegar. Habría rubricado que era una revuelta política de quienes no nos sentíamos representados por la clase política y, por ende, por las instituciones que ésta controla y utiliza en su beneficio. Pero he ido viendo cómo en las reivindicaciones se enumeraban derechos ya reconocidos en nuestra Constitución que nunca se han garantizado, pero nadie proponía formas de garantizarlos. He visto diluirse los objetivos hasta rozar lo peligroso. Apolíticos y ni de derechas ni de izquierdas se proclaman los fascistas y los populistas y bastantes Berlusconis tenemos ya con Camps, Cascos, Sandokan y otros como para necesitar más dosis de populismo. Cuando en una de estas asambleas se me dice que este es un movimiento apolítico pido la disolución de la secta, digo de la asamblea. Yo firmo los cambios en la ley electoral, la proscripción de los corruptos en las listas, las leyes de transparencia, la prohibición de la financiación privada de los partidos, la universalización de la sanidad y los servicios sociales, la banca pública, las tasas sobre transacciones y grandes fortunas, la libertad de compartir en Internet... pero ¿quién articula todo ésto? ¿Qué interlocutores han de pelearlo frente al poder y arrancar esas conquistas? Una panda de chiripitifláuticos cantandole a Gaia, no, por favor.
Escribe Pascual Serrano: "Los indignados no quieren irrumpir en el panorama político, se sitúan inmaculados, se creen por encima de ideologías, se limitan a protestar y pedir que les resuelvan los problemas. ¿Quién los va a resolver? ¿quién va a elaborar las leyes que garanticen los derechos que están exigiendo? ¿quién va a garantizar los que ya están en las leyes pero no se aplican? ¿quién va a poner coto a los bancos? ¿quién va a exigirles que devuelvan el dinero público que se les ha dado? ¿quién y cómo se va a exigir a los medios de comunicación que informen con honestidad y veracidad? No esperarán que lo hagan los diputados del PSOE y del PP que tienen la mayoría en el Congreso, menos todavía si no se logra enfrentar a la derecha que no para de rentabilizar las tropelías del PSOE y cuya corrupción no es castigada en las urnas." Es hora de articular tanta energía, de hacer política de verdad, de pensar que necesitamos una democracia mejor, no una democracia asamblearia -esa ya la implantó Gadaffi-. Como antes de las elecciones planteaba Luis Bassets, "La protesta (...) es síntoma y a la vez estímulo. Demuestra la funcionalidad de la indignación y la encauza. Los organizadores, partidarios de la conversación democrática y del combate por medios pacíficos, ejercen sus derechos de manifestación y de expresión. Quieren perfeccionar el sistema aunque tengan la apariencia de atacar al sistema. Hacen política en estado puro aunque se la tache de antipolítica. Sus protagonistas quieren rentabilizar el malestar y la desafección. Y pueden estar satisfechos, porque ya lo han conseguido. El foco del último tramo de la campaña electoral ha sido entero para ellos", pero eso parece estar diluyéndose, ni hay tantos focos apuntando a las acampadas ni las acampadas saben ya hacia donde apuntar el foco y andan bastante desenfocadas.
Ponía al principio el ejemplo del gurú fichado para la Puerta del Sol y de la biodanza para referirme a la derrota de la energía política de este movimiento mientras gana terreno la superchería new age y el perroflautismo de secta. Pero en Madrid, entre tanto floclore, aún se habla de cosas serias. El ejemplo de la deriva que puede conducir a la rápida disolución de este movimiento y a la última gran desilusión se ve nítidamente en la acampada de Granada, que está convirtiendo la Plaza del Carmen en una especie de centro okupa a cielo abierto, ante la indiferencia de la gran mayoría de los ciudadanos. Bastantes anarquistas tenemos ya en el Poder -esos anarquistas que predican la anulación del Estado y la libertad total para especular, explotar y robar, los neoliberales- para que nos anden imponiendo -sí, imponiendo, pues cada vez es más totalitaria la retórica de muchos de los concentrados- un anarquismo de salón, que excluye a quienes hemos estado en algún momento en la Plaza del Carmen buscando una revolución democrática y una mejora de las condiciones de vida de la mayoría.
Lo vemos en la hostilidad hacia los medios de comunicación, cada vez más marcada. Cuando entre los periodistas andamos intentando boicotear las ruedas de prensa sin preguntas o las informaciones ya editadas por los gabinetes de prensa de instituciones y partidos, lograr que te hable un portavoz de las acampadas requiere más burocracia que obtener una entrevista con un presidente autonómico. Las informaciones pasan filtros, censuras y mas filtros ¡menudo servicio a la libertad de expresión! Triunfa la vieja y estúpida consigna coreada por antisistemas oligofrénicos, "¡Televisión, manipulación!", -en la acampada de Granada en los últimos días han proliferado los insultos a los periodistas- pero los muy ignorantes son incapaces de entender que ese reportaje de Informe Semanal que la dirección de TVE quiso vetar en la jornada de reflexión y que salió al aire por el empeño y la presión de los periodistas de la televisión pública, es más útil y hace más por el movimiento que juntos todos los tuiteos que han podido salir de los móviles de los concentrados. El efecto que ha tenido la cerrazón informativa de las asambleas y acampadas y su desconfianza en los medios convencionales ha sido que en determiandos momentos -toda la jornada del sábado- toda la información en directo que se daba desde la Puerta del Sol era la de Intereconomía y Veo7. Quien no lo haya visto , que se imagine en qué tono.
En Granada todo está saliendo mal. Esta misma mañana los acampados hacían el ridícluo con una especie de happening en el Mercado de San Agustín, simulando desmayarse y cubiertos con máscaras de oso panda. Triunfa lo folclórico. Dado que ya se venden camisetas con la indignación impresa, las asambleas deberían ir debatiendo si las acampadas deben cotizar en Bolsa. Se puede perder el tiempo pidiendo la legalización de la marihuana y olvidarse del paro -yo también la pido, pero se la exijo a un gobierno y desde luego no la antepongo a la democracia-. Se puede plantear la abolición de la Constitución y hasta el exilio del Rey sentados en una plaza, por pedir... Pero cuando, como en Granada, una minoría de anarcoimbéciles y ciberhippies que se dicen apolíticos enmudece y excluye a quienes quieren construir un cambio político, económico y social, con organización, con calendarios, con interlocutores, es lógico que el desencanto prenda en la mayoría que hace sólo una semana se ilusionaba con una marea de cambio, de debate y de inteligencia que llenaba las plazas. Esa ilusión no la mantiene el taichí matinal de la Plaza del Carmen, ni la Comisión de Espiritualidad de Sol, ni las sesiones de meditación, ni los clowns, ni los semilleros ecológicos.
Es la hora de hacer política o levantar el campamento, de combatir ese apoliticismo tras el que siempre se camufla lo totalitario, de organizarse, no en grupúsculos como ha hecho siempre la izquierda, sino en un movimiento amplio de inclusión que llame a la puerta de los partidos hasta que contesten. Es hora de identificar que es en la izquierda donde se fabrican los cambios sociales. Si esa izquierda hay que demolerla y construirla entera desde abajo, se hace. Si los partidos tradicionales de izquierda no se quieren dar por enterados y siguen a lo suyo, suyo será el batacazo, pero que cuando dentro de diez meses se dirima la sustitución del perverso bipartidismo por el monopartidismo de la derecha, tengamos algo a lo que agarrarnos.
A Izquierda Unida también habría que darle la vuelta como a un calcetín. En los días previos a las elecciones sus candidatos se pasaban el día dorándole la píldora a los acampados, haciendo constar que compartían propuestas y aspiraciones, que la indignación debía traducirse en votos hacia IU. Ha pasado el 22-M y no es que hayan dado la espalda a quienes han salido a la calle, es que los quieren a todos dentro del redil. Ha sido la constante histórica del PCE: Unión de la izquierda, sí, pero a mi alrededor. Ese sigue siendo el discurso y ese sigue siendo el problema, querer barrer para adentro, que unos señores que jamás fueron ejemplo de democracia interna, que aún no se han curado de aquella forma de ordeno y mando que llamaban centralismo democrático, pretendan absorber en su propio beneficio a toda esa izquierda creativa que ellos nunca supieron ser. Lo de Izquierda Unida, lo cuenten como lo cuenten, ha sido una derrota en toda regla, porque la exigua subida en votos obtenida en las municipales no se corresponde ni con las expectativas, ni con la sangría sufrida por el PSOE ni tampoco parece haber captado voto indignado alguno. Alguno no ha dudado en culpar a la ciudadanía, que "deja mucho que desear". Uno detesta ese tabú según el cual el pueblo no se equivoca; quienes en Valencia votan a los corruptos que les roban son imbéciles, como lo son los votantes de Sandokan en Córdoba, y quienes apoyan la demagogia xenófoba en Cataluña están para que los encierren, pero eso no es excusa para rehuir la autocrítica. El discurso de IU no conecta con los descontentos de la política convencional, entre otras cosas porque no desconecta de una ortodoxia. La Puerta del Sol no mira a Caracas, La Paz o La Habana, afortunadamente.
Izquierda Unida debe plantearse de una vez por todas que si quiere estar en un amplio movimiento de izquierda transformadora ha de renunciar a liderarlo; si de verdad está con las reivindicaciones de la calle debe dejar su progresivo anquilosamiento institucional, no perder un minuto con las alianzas postelectorales y diluirse en un movimiento más amplio que incluya a todas las sensibilidades de izquierda; algo similar a lo que en Italia quiso ser El Olivo, pero con más carga ideológica y menos ambiciones de gobierno. Lo mismo vale para el proyecto Equo y Los Verdes, ICV, Paralelo 36 y todas las formaciones que quieren hacer otra política pero no pierden la perspectiva de que se trata de política, algo de lo que muchos integrantes del movimiento del 15-M no parecen tener muy claro.
Política o chiripitifláuticos
No menos peregrino es ese análisis que pretende traducir el descontento, la indignación y las acampadas en un crecimiento del voto en blanco y nulo. Si fuera así, ese exiguo 4% al que ni siquiera se ha llegado sería como para tirar la toalla; el supuesto castigo al sistema queda en ridículo si tenemos en cuenta que la participación subió varios puntos para mayor alegría del Partido Popular, pescador en río revuelto.
Lo cierto es que para todo el movimiento 15-M, tanto para sus iniciadores de #nolesvotes y Democracia Real Ya, como para quienes desde las acampadas se desvincularon de la raiz política del movimiento, el resultado de las elecciones debe ser una cura de humildad. Frente a la alegre desorganización, los organizados que siempre tuvieron el poder proclamaron con razón que siguen teniéndolo. Al sistema no se le ha movido un mechón y hasta para muchos de sus más destacados representantes ha sido lo más cool decir que ellos también estaban indignados.
Yo no reconozco lo que desde el 23 de mayo veo en las plazas en las que hasta las elecciones creía ver esa última oportunidad de plantar cara a un sistema podrido. Habría jurado hasta entonces que estábamos protagonizando una movilización social como reacción a la desesperación económica y el paro juvenil llegando adonde los sindidactos no habían sabido ni querido llegar. Habría rubricado que era una revuelta política de quienes no nos sentíamos representados por la clase política y, por ende, por las instituciones que ésta controla y utiliza en su beneficio. Pero he ido viendo cómo en las reivindicaciones se enumeraban derechos ya reconocidos en nuestra Constitución que nunca se han garantizado, pero nadie proponía formas de garantizarlos. He visto diluirse los objetivos hasta rozar lo peligroso. Apolíticos y ni de derechas ni de izquierdas se proclaman los fascistas y los populistas y bastantes Berlusconis tenemos ya con Camps, Cascos, Sandokan y otros como para necesitar más dosis de populismo. Cuando en una de estas asambleas se me dice que este es un movimiento apolítico pido la disolución de la secta, digo de la asamblea. Yo firmo los cambios en la ley electoral, la proscripción de los corruptos en las listas, las leyes de transparencia, la prohibición de la financiación privada de los partidos, la universalización de la sanidad y los servicios sociales, la banca pública, las tasas sobre transacciones y grandes fortunas, la libertad de compartir en Internet... pero ¿quién articula todo ésto? ¿Qué interlocutores han de pelearlo frente al poder y arrancar esas conquistas? Una panda de chiripitifláuticos cantandole a Gaia, no, por favor.
Escribe Pascual Serrano: "Los indignados no quieren irrumpir en el panorama político, se sitúan inmaculados, se creen por encima de ideologías, se limitan a protestar y pedir que les resuelvan los problemas. ¿Quién los va a resolver? ¿quién va a elaborar las leyes que garanticen los derechos que están exigiendo? ¿quién va a garantizar los que ya están en las leyes pero no se aplican? ¿quién va a poner coto a los bancos? ¿quién va a exigirles que devuelvan el dinero público que se les ha dado? ¿quién y cómo se va a exigir a los medios de comunicación que informen con honestidad y veracidad? No esperarán que lo hagan los diputados del PSOE y del PP que tienen la mayoría en el Congreso, menos todavía si no se logra enfrentar a la derecha que no para de rentabilizar las tropelías del PSOE y cuya corrupción no es castigada en las urnas." Es hora de articular tanta energía, de hacer política de verdad, de pensar que necesitamos una democracia mejor, no una democracia asamblearia -esa ya la implantó Gadaffi-. Como antes de las elecciones planteaba Luis Bassets, "La protesta (...) es síntoma y a la vez estímulo. Demuestra la funcionalidad de la indignación y la encauza. Los organizadores, partidarios de la conversación democrática y del combate por medios pacíficos, ejercen sus derechos de manifestación y de expresión. Quieren perfeccionar el sistema aunque tengan la apariencia de atacar al sistema. Hacen política en estado puro aunque se la tache de antipolítica. Sus protagonistas quieren rentabilizar el malestar y la desafección. Y pueden estar satisfechos, porque ya lo han conseguido. El foco del último tramo de la campaña electoral ha sido entero para ellos", pero eso parece estar diluyéndose, ni hay tantos focos apuntando a las acampadas ni las acampadas saben ya hacia donde apuntar el foco y andan bastante desenfocadas.
Ponía al principio el ejemplo del gurú fichado para la Puerta del Sol y de la biodanza para referirme a la derrota de la energía política de este movimiento mientras gana terreno la superchería new age y el perroflautismo de secta. Pero en Madrid, entre tanto floclore, aún se habla de cosas serias. El ejemplo de la deriva que puede conducir a la rápida disolución de este movimiento y a la última gran desilusión se ve nítidamente en la acampada de Granada, que está convirtiendo la Plaza del Carmen en una especie de centro okupa a cielo abierto, ante la indiferencia de la gran mayoría de los ciudadanos. Bastantes anarquistas tenemos ya en el Poder -esos anarquistas que predican la anulación del Estado y la libertad total para especular, explotar y robar, los neoliberales- para que nos anden imponiendo -sí, imponiendo, pues cada vez es más totalitaria la retórica de muchos de los concentrados- un anarquismo de salón, que excluye a quienes hemos estado en algún momento en la Plaza del Carmen buscando una revolución democrática y una mejora de las condiciones de vida de la mayoría.
Lo vemos en la hostilidad hacia los medios de comunicación, cada vez más marcada. Cuando entre los periodistas andamos intentando boicotear las ruedas de prensa sin preguntas o las informaciones ya editadas por los gabinetes de prensa de instituciones y partidos, lograr que te hable un portavoz de las acampadas requiere más burocracia que obtener una entrevista con un presidente autonómico. Las informaciones pasan filtros, censuras y mas filtros ¡menudo servicio a la libertad de expresión! Triunfa la vieja y estúpida consigna coreada por antisistemas oligofrénicos, "¡Televisión, manipulación!", -en la acampada de Granada en los últimos días han proliferado los insultos a los periodistas- pero los muy ignorantes son incapaces de entender que ese reportaje de Informe Semanal que la dirección de TVE quiso vetar en la jornada de reflexión y que salió al aire por el empeño y la presión de los periodistas de la televisión pública, es más útil y hace más por el movimiento que juntos todos los tuiteos que han podido salir de los móviles de los concentrados. El efecto que ha tenido la cerrazón informativa de las asambleas y acampadas y su desconfianza en los medios convencionales ha sido que en determiandos momentos -toda la jornada del sábado- toda la información en directo que se daba desde la Puerta del Sol era la de Intereconomía y Veo7. Quien no lo haya visto , que se imagine en qué tono.
En Granada todo está saliendo mal. Esta misma mañana los acampados hacían el ridícluo con una especie de happening en el Mercado de San Agustín, simulando desmayarse y cubiertos con máscaras de oso panda. Triunfa lo folclórico. Dado que ya se venden camisetas con la indignación impresa, las asambleas deberían ir debatiendo si las acampadas deben cotizar en Bolsa. Se puede perder el tiempo pidiendo la legalización de la marihuana y olvidarse del paro -yo también la pido, pero se la exijo a un gobierno y desde luego no la antepongo a la democracia-. Se puede plantear la abolición de la Constitución y hasta el exilio del Rey sentados en una plaza, por pedir... Pero cuando, como en Granada, una minoría de anarcoimbéciles y ciberhippies que se dicen apolíticos enmudece y excluye a quienes quieren construir un cambio político, económico y social, con organización, con calendarios, con interlocutores, es lógico que el desencanto prenda en la mayoría que hace sólo una semana se ilusionaba con una marea de cambio, de debate y de inteligencia que llenaba las plazas. Esa ilusión no la mantiene el taichí matinal de la Plaza del Carmen, ni la Comisión de Espiritualidad de Sol, ni las sesiones de meditación, ni los clowns, ni los semilleros ecológicos.
Es la hora de hacer política o levantar el campamento, de combatir ese apoliticismo tras el que siempre se camufla lo totalitario, de organizarse, no en grupúsculos como ha hecho siempre la izquierda, sino en un movimiento amplio de inclusión que llame a la puerta de los partidos hasta que contesten. Es hora de identificar que es en la izquierda donde se fabrican los cambios sociales. Si esa izquierda hay que demolerla y construirla entera desde abajo, se hace. Si los partidos tradicionales de izquierda no se quieren dar por enterados y siguen a lo suyo, suyo será el batacazo, pero que cuando dentro de diez meses se dirima la sustitución del perverso bipartidismo por el monopartidismo de la derecha, tengamos algo a lo que agarrarnos.
5 comentarios:
Seré brevísimo. Hoy en los tuits de @acampadasol ya se podía leer "compañer@s", "amig@s" y otras chorradas propias de políticos y sindicalistas. Vamos, que lo mismo inauguro un orden nuevo que combato la economía lingüística mientras escucho a William Ackerman. Estoy casi seguro que la experiencia toca a su fin. Ojalá me equivoque.
Seré breve. Esta mañana en los tuits de @acampadasol ya se podía leer 'Compañer@s', 'amig@s' y otras chorradas propias de sindicalistas y políticos. Vamos, que lo mismo instauro un orden nuevo que combato la economía lingüística al tiempo que escucho a William Ackerman. Estoy casi seguro de que la experiencia toca a su fin. Ojalá me equivoque.
Con respecto a las manifestaciones, ya sabemos que suelen colarse siempre gentes que, aprovechando la ocasión, lanzan sus disparatados y necios discursos o actos haciendo un flaco favor a la causa. La cosa es demasiado seria, y estoy totalmente de acuerdo contigo en que, ya que nos hemos puesto, lo suyo es hacer las cosas bien.
El problema es que, por desgracia, no creo que estemos en absoluto preparados para reivindicar nada. No nos engañemos, la inmensa mayoría de la población no tiene ni la formación ni la información necesaria para poder levantar la voz con conocimiento de causa. Y no hablo de falta de estudios académicos, que sé por experiencia que hay cada vez más y más licenciados y mastereados -a pesar de tanto nini y tanta cultura del botellón y del mínimo esfuerzo-.
Hablo de que, para conseguir cambiar algo, primero hay que gestarlo y plantearlo seria, profunda, realista y concienzudamente. Está claro que con cuatro twiteos, cuatro pancartas –muy dignas y ciertas por otro lado- y cuatro tiendas de campaña, no se consigue gran cosa. Peeeero, por ahí se empieza.
A mí me sigue emocionando ver cómo los jóvenes y menos jóvenes estamos demostrando que podemos organizarnos. Mal, sí, pero organizados al fin y al cabo.
Ahora solo hace falta gestar el cambio desde abajo, con calma, estudiando, formándonos. Seguramente esté pecando de idealista, ingenua y simplista, pero de verdad que sí creo y confío en que se pueda hacer algo. Poquito a poco, pero algo llevaremos a cabo ya que estamos…
Lo importante es que la mecha ya está encendida, y puede ser todo lo larga que necesitemos. Sin dormirnos como siempre en los laureles del conformismo, claro. Sin prisa pero sin pausa, tenemos todo el tiempo del mundo (sobre todo los que estamos parados) para prepararnos.
Ayudémonos los unos a los otros, concienciémonos, compartamos conocimientos, aprovechemos nuestro tiempo. Para que llegue el momento en el que podamos, por fin, sacar la única pancarta que necesitaremos. Una que diga en letras bien grandes:
¡Cuidado con nosotros que estamos preparados!
Por otro lado, creo -desde mi humilde opinión de ciudadana inculta del montón- que el problema es precisamente este de la preparación.
Y es que, de toda la vida de Dios, los que más se la han currado han sido los de siempre. Esos poderosos que, desde su cínico y perverso altar, han destinado todos sus esfuerzos y los de sus vástagos en seguir perpetuándose en el poder a través de su inagotable avaricia, tiranía y manipulación.
El pobre resto de mortales bastante tenemos con currar seis días a la semana, encender un rato antes de dormir la televisión, la consola o el ordenador, salir a tomar unas copas los sábados, y montar en bici los domingos para no morir antes de tiempo.
Insisto. Necesitamos aprender, formarnos, reflexionar. Historia, Derecho, Economía, Empresariales, Relaciones Internacionales, Ciencias Políticas, Psicología, Sociología…
Miremos por el bien común, compartamos conocimientos, difundamos, esforcémonos no sólo por ganarnos nuestras propias habichuelas a costa de lo que sea y de quien sea.
Y así, cada vez más dignos y preparados, menos acongojados y acojonados, podremos protestar con todas las de la ley, con las cartas sobre la mesa. Podremos exigir, dudar, luchar, reivindicar justicia, no conformarnos con lo que nos dicen y dan. Conseguiremos defender nuestros derechos, y derrocar por fin a los desalmados que mueven los hilos de la destrucción de nuestra dignidad, nuestra vida y la del planeta.
Permíteme que use tu blog como plataforma, ya que estoy tan motivada :P
¡Os convoco, parados del mundo!
Aprovechemos nuestro sabio refranero popular con ese ‘no hay mal que por bien no venga’ y ¡unámonos ahora que tenemos tiempo!
Maquinemos qué podemos hacer para bajar del burro a los hijos de puta que nos humillan y dejan sin pan, sin futuro, ni esperanza a nuestras familias.
Preparémonos para perseguir sobre todo, desde abajo, a los que nos esclavizan y humillan todos los días, así como a los que contribuyen a ello con tan absoluto descaro y cinismo.
Tenemos que luchar por un mundo más justo, digno y con sentido, ¡y ese poder está exclusivamente en nuestras manos!
Puede que no nos dejen cambiar las cosas por ahora, pero por lo menos intentemos no ponérselo tan fácil. Protestemos, sigamos protestando.
Abucheemos y persigamos a banqueros, políticos y grandes empresarios. Creémosles conflictos, demos por culo todo lo que podamos. Transformemos de una vez la opinión mediática en verdadera Opinión Pública. No dejemos que nos manipulen más.
Construyamos una nueva y factible izquierda amparada por las leyes necesarias que aseguren que los que vienen abusando de ella para someternos queden encarcelados a la primera de cambio.
Instemos a los que se saben más preparados a ayudarnos al resto, a iluminarnos y guiar nuestros pasos en vez de criticarnos.
Y mientras, por qué no, hagamos huertos en las medianas, plantemos tomates cherry, lechugas, cebollas y hasta marihuana. Declarémosle una huelga a las hipotecas, saquemos todo nuestro dinero del banco.
Tomemos la calle como zona de acampada y las fuentes por piscina, ya que no tenemos dinero para vacaciones y los campos están cada vez más vetados.
¡Rescatemos la poca libertad que nos han dejado, carajo!
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