martes, 18 de marzo de 2014

Cariño, he encogido a Mercurio

Curas y obispos alertan a menudo contra lo que llaman relativismo moral, para ellos una peste de nuestros tiempos que nos lleva derechos al infierno, para mi una bendición pues, si bien es cierto que existen valores morales comunes o al menos muy extendidos, en los que deben inspirarse las leyes, toda toma de postura moral es sustancialmente una decisión individual. Lo que no podía suponer es que conocimientos científicos que consideraba sólidos y preceptos aprendidos desde la escuela y la infancia podían tambalearse y derrumbarse con tanta facilidad; pero, en fin, ¿no dicen eso de que errare humanum est? Por ejemplo, cuando era niño en mi familia llamabamos mercurio a la mercromina, y estábamos convencidos -no sé por qué empleo el plural, igual era sólo cosa mía- de que el color del mineral del mismo nombre era el rojo -no amarillento como el Betadine, que llegó después-. Más tarde destripando viejos termómetros entendimos eso del metal líquido, antes de que nos contaran que es un mortífero veneno y los fabricaran digitales.

Sobre el planeta también llamado Mercurio la ciencia nos fue descubiendo nuevos datos y derribando mitos; así hoy sabemos que no es cierto que siempre muestre la misma cara al sol. Lo que no podíamos imaginar es que su ya diminuta superficie es aún menor de lo que pensábamos y que ademas su tamaño se va encogiendo. Igualmente, hemos de acostumbrarnos a que ni siquiera es el menor de los planetas conocidos, pues se están descubriendo exoplanetas -es decir, que forman parte de otros sistemas solares- aún más pequeños.

Estas nuevas sorpresas llegan cuando no nos hemos recuperado del disgusto de la degradación de Plutón, convertido ahora en planeta enano o plutoide. Sin embargo, crecimos con la convicción de que Plutón era el noveno planeta del Sistema Solar, del mismo modo que las islas Canarias estaban a la derecha del mapa de España y dentro de una caja. Ríanse del relativismo moral; seguro que es Wert quien está detrás de todo este relativismo científico y educativo. ¡Y sin un euro para investigar si es que nos engañan!

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