domingo, 10 de mayo de 2009

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La melancolía

Triunfó la melancolía. Asustada por los elementos, la ciudad fue de nuevo el paraíso cerrado para muchos que, ajeno las curiosidades exteriores, engalana su jardín, cómoda en su vacío de cosa definitivamente acabada. Volvió la inclinación por el diminutivo sin gracia y el vértigo hacia los espacios abiertos que igual da grandes orfebres y jardineros que políticos catetos y cortos de miras capaces de dejar escapar la obra de José Guerrero, aquel que también se fue a Nueva York para cambiar realismo por realidad después de que Lorca, al verle aprendiendo rancios academicismos, le gritó "¡tira los pinceles y vete de Granada!".



En sus diez años con sus muros ascéticos conviviendo con cresterías flamígeras, contumaces claveleras y trajes de gitana colgados en los escaparates de la calle Oficios, el Museo Guerrero ha sido lo que Granada no te deja ser: libre, fértil, imaginativo y aventurero. Su programación ha cumplido fielmente el deseo de Guerrero, establecer un diálogo entre sus cuadros y el arte de sus coetáneos; sus exposiciones, conciertos, charlas, la intensa actividad didáctica… han hecho del Centro Guerrero un lugar único en un país infestado de museítos aldeanos de arte contemporáneo.



Fue cuestión de generosidad; la del pintor que regresó a Granada en los años ochenta vestido con el mono de trabajador del arte, la de su familia, hoy engañada y ninguneada; y la de una institución dirigida entonces por políticos conscientes de los límites de sus funciones; bien diferente de la actual Diputación Provinciana, la dirigida por ese oscuro hombre de Caniles, político sectario, terco e imprudente donde los haya –si controlara los hospitales ya habría cogido el bisturí sin miedo ni recato-, y sus socios para quienes lo público es sinónimo de estricto control político. Ellos y esa Fundación de Arte Contemporáneo teledirigida que nadie necesita tienen en pie de guerra al mundo del arte, pidiéndo al unísono que las cosas se queden como estaban. Mas no será el Centro Guerrero el primer cadáver cultural que deje a su paso la Diputación Pueblerina de Martínez Caler. El Centro Angel Ganivet es irrelevante desde que el político canilero dio un golpe de mano contra la anterior gestión.



Hay un ofrecimiento del Ayuntamiento de la capital para que la obra del pintor se quede en Granada, pero no es alternativa a la segregación de las obras de Guerrero de su museo y la conversión de éste en otro museíto provinciano; por esa pérdida los responsables deben pagar con el puesto. Quienes han intrigado y mentido sobre las negociaciones con la familia Guerrero deberían estar ya compartiendo el cafetito mañanero de los funcionarios de provincias y dejar de ocupar unos cargos de los que no son dignos. Los demás, a retornar a la melancolía, ¿o queda sitio para una maleta más en el camión que se lleva los cuadros?

Los cuadros reproducidos son "Autorretrato" (1950), "Albaicín" (1962) y "La brecha de Víznar" (1966), todos de la colección del Centro Guerrero

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